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El desafío de científicos y conservacionistas por la transformación de la sociedad y la economía ante el Cambio Climático y la pérdida de biodiversidad

“Las generaciones futuras están en peligro si no se toman medidas urgentes para revertir la pérdida de especies de las distintas formas de vida de las que la humanidad depende para alimentarse, la polinización de sus cultivos, el acceso al agua limpia, el mantenimiento de un clima estable, entre otros beneficios que la naturaleza otorga a la sociedad”, explican desde la REDFOR.ar a partir del Informe de Evaluación Global del IPBES. La investigación y la educación ambiental tendrán un rol central, frente a su compromiso, de lograr revertir o mitigar el impacto con cambios sociales, políticos y tecnológicos.

Por Patricia Escobar 

ARGENTINA (19/05/2019).- El estudio realizado por científicos de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) que se dio a conocer este mes será emblemático para la humanidad. El documento exige «cambios transformadores» y “urgentes” en la sociedad y la economía global, ante evidencias de un acelerado proceso de extinción de especies naturales y ecosistemas, por lo que requerirá acciones a cumplir con objetivos de conservación y utilización sostenible de la naturaleza.

La Evaluación Global realizada por el IPBES colocó en la agenda internacional desde la ONU que “es prominente la atención que los encargados de formular políticas públicas, en conjunto con los investigadores y la sociedad, para lograr la transformación cultural para el cambio hacia la obligatoria sustentabilidad”.

¿Cómo analizaron el informe global en la Argentina desde el ámbito de la Ciencia y Tecnología? En contacto con ArgentinaForestal.com los integrantes del consejo directivo de la Red Argentina de Ciencia y Tecnología Forestal (REDFOR.ar) marcaron sus primeras impresiones respecto al informe global: “El sistema que soporta la vida en el planeta se acerca a una zona peligrosa para la humanidad. Esa es la principal conclusión del estudio más completo sobre el estado de la vida en la Tierra que se haya hecho hasta el presente», señalaron.

En esta línea, agregaron que «este formidable estudio representa una contribución imprescindible, tanto para el entendimiento de la decisiva importancia global de la biodiversidad y de las funciones y servicios de los ecosistemas, como por su invocación a la acción urgente, responsable y consecuente de los países y organismos multilaterales, ONGs y hasta de cada ser humano, para intentar detener y revertir un proceso que de manera cada vez más inocultable representa una amenaza para la supervivencia a mediano y largo plazo de nuestra especie y de muchas de aquellas con las que cohabitamos el planeta”, reflexionaron.

En el contexto de las instituciones que integran este consejo directivo, entre los que se encuentran el CONICET, INTA, INTI y las seis universidades nacionales con carreras de posgrado, grado y pregrado en ciencias forestales (UNaM, UNaF, UNSE, UNLP, UNCoMa, UNPSJB, entre otras organizaciones, explicaron que “la REDFOR.ar está firmemente comprometida con la salvaguarda de los bosques nacionales, cuya importancia, aunque sea de manera indirecta, es puesto hondamente en relevancia por el contenido de este informe”.

El documento de «Evaluación Global» de IPBES fue realizado durante tres años por 145 expertos de 50 países, y múltiples aportes de otros 300 científicos, en que da cuenta de que un millón de especies están en riesgo de extinción, muchas de ellas dentro de unas décadas.  “Debe, indudablemente, resaltarse que uno de los líderes del estudio -en su carácter de copresidente- es la Dra. Sandra Díaz, directora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) de la Universidad Nacional de Córdoba, de la Argentina”, valoraron los científicos de la REDFOR.ar

Dra. Sandra Díaz

Foto: Dra. Sandra Díaz, en el diario El País, España.

Conservacionistas en acción

Por su parte, desde la Red de Reservas Naturales Privadas de la Argentina consideraron que “el informe del IPBES no es uno más. Es uno de los más amplios realizados a escala mundial -evalúa los cambios en las últimas cinco décadas- y el primero que analiza la situación de la biodiversidad desde 2005”, precisaron a través de sus redes sociales.

Según los resultados del informe, las acciones humanas son las principales responsables de haber alterado significativamente la naturaleza en todo el mundo: tres cuartas partes del ambiente terrestre y alrededor del 66% del medio ambiente marino se han alterado considerablemente. Y más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce ahora se dedican a la producción agrícola o ganadera.

Ante este escenario, desde la Red de Reservas Naturales Privadas de la Argentina indicaron que “será necesario alcanzar en 2020 un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas con el fin de no llegar a un punto sin retorno.Este desafío constituye el núcleo del trabajo de la Red Argentina, espacio en que todos los que la integramos, tienen un compromiso con la conservación del patrimonio natural y cultural de la humanidad”, reafirmaron desde la organización que nuclea a propietarios de bosques de todo el país, además de biólogos y científicos de ONGs Ambientales y de instituciones de investigación.

Nuevo acuerdo para cambiar el rumbo, el desafío

“Es imperativo articular la conservación de la naturaleza con los acuerdos de la COP de París, e involucrar a la sociedad civil, a los gobiernos y al sector corporativo. En este sentido, es necesario revisar las políticas contradictoras que promueven la transformación de áreas naturales para establecer nuevas áreas de cultivos para generar alimentos que luego son desechados en gran porcentaje; o que subsidian el desarrollo de infraestructura para la extracción de hidrocarburos con métodos altamente cuestionados a nivel internacional como la fracturación hidráulica, generando un impacto negativo sobre el calentamiento global mundial, la conservación de los ecosistemas sanos de la Argentina y las futuras generaciones. En nuestro país y en todo el mundo es central que consigamos un Nuevo Acuerdo para la naturaleza y las personas. Es la única forma de cambiar este rumbo”, destacó Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.

Para el profesional, el informe de IPBES tiene un impacto particular en Argentina, ante el escenario que afecta a regiones del país con “la deforestación y la expansión de la frontera agropecuaria”, remarcó el directivo de la ONG a la prensa nacional. “Argentina, al igual que los países de la región, ha venido perdiendo una gran cantidad de ambientes naturales en los últimos 30 años, con una aceleración marcada en los últimos 15” dijo el experto.

“Este es un problema doble, ya que no sólo se avanza sobre la naturaleza si no que luego no se cuida esa tierra “domesticada”, lo que a su vez lleva a seguir ampliando la frontera agrícola hacia tierras menos aptas para los cultivos. Este avance se aceleró desde el cambio de siglo por la adopción de nuevas tecnologías genéticas y químicas que hace que las semillas sean cada vez más resistentes a climas o terrenos hostiles. Hemos perdido unas 2 millones de  hectáreas de bosques en los últimos 10 años, y si bien la tasa de deforestación ha ido disminuyendo un poco, sigue siendo alta”, precisó.

De esta forma, Jaramillo aseveró que “la relación entre deforestación y pérdida de biodiversidad es directa ya que significa la pérdida de hábitat para las especies animales. Sin su hábitat natural las especies están complicadas para subsistir y eso ha llevado en la actualidad a que existe en el país una gran variedad en estado de Amenazadas o en Peligro de extinción”.

Cambio transformador

Según el informe de IPBES, existen cinco intervenciones que podrían generar un cambio transformador, ya que permitirían abordar los precursores indirectos de la degradación de la naturaleza. Estos son: 1) incentivos y creación de capacidad, 2) cooperación intersectorial, 3) medidas preventivas, 4) adopción de decisiones en el contexto de la resiliencia y la incertidumbre, y 5) derecho ambiental y aplicación.

Estas intervenciones implican a su vez desarrollar incentivos y una amplia capacidad de responsabilidad ambiental, lo que conlleva también eliminar incentivos perversos. “Los incentivos económicos han favorecido la expansión de la actividad económica y a menudo el daño ambiental, por encima de la conservación o la restauración. La incorporación de la consideración de los múltiples valores de las funciones de los ecosistemas y de la contribución de la naturaleza a las personas en los incentivos económicos ha demostrado, en la economía, que permite mejores resultados ecológicos, económicos y sociales”, señala el informe.

En la línea económica y comercial, sugieren abordar el desfase que se da debido al consumo donde “la extracción y producción de recursos a menudo ocurre en una parte del mundo para satisfacer las necesidades de los consumidores distantes en otras regiones”.

Por ejemplo, el transporte de larga distancia para bienes y pasajeros, incluso con fines de turismo, creció en los últimos 20 años con consecuencias negativas para los ecosistemas. “El aumento del transporte aéreo y marítimo, incluido el triple de los viajes procedentes de países desarrollados y en desarrollo en particular, ha aumentado la contaminación así como las especies exóticas invasoras”, destacó IPBES en su informe.

Para los autores, alimentar a la humanidad no riñe con la conservación y uso sostenible de la naturaleza. “Son objetivos complementarios y estrechamente interdependientes que pueden promoverse mediante sistemas agrícolas, acuícolas y ganaderos sostenibles, la salvaguardia de las especies, variedades, razas y hábitats nativos y la restauración ecológica”, indican en el resumen publicado por la red de Latin Clima.

Otras medidas detalladas en el informe se relacionan con evitar el desperdicio de alimentos “empoderando a los productores y a los consumidores para que transformen las cadenas de suministro, y facilitando opciones alimentarias sostenibles y saludables”.

En este cambio transformador, el IPBES también dirige su mirada a las comunidades indígenas y locales. “El reconocimiento de los saberes, las innovaciones y las prácticas, las instituciones y los valores de los pueblos indígenas y las comunidades locales y su inclusión y participación en la gobernanza ambiental, a menudo mejora su calidad de vida, así como la conservación, la restauración y la utilización sostenible de la naturaleza, lo que es pertinente para la sociedad en general. La gobernanza, incluidas las instituciones y los sistemas de gestión tradicionales, y los regímenes de cogestión en los que participan los pueblos indígenas y las comunidades locales, pueden ser una manera eficaz de salvaguardar la naturaleza y sus contribuciones a la población, incorporando sistemas de gestión adaptados a las condiciones locales. Las contribuciones positivas de los pueblos indígenas y las comunidades locales a la sostenibilidad pueden facilitarse mediante el reconocimiento nacional de la tenencia de la tierra, el acceso y los derechos a los recursos, de conformidad con la legislación nacional, la aplicación del consentimiento libre, previo e informado y la mejora de la colaboración, la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de su uso y los acuerdos de cogestión con las comunidades locales”, se lee en el informe.

Ciudades más sustentables y resilientes

El otro punto en la línea del cambio transformador está en las ciudades; es decir, el hábitat del ser humano. Debido al crecimiento poblacional, la expansión de la infraestructura amenaza extensas áreas naturales del planeta. A nivel mundial, por ejemplo, se prevé que la longitud de las carreteras pavimentadas aumente en 25 millones de kilómetros para 2050 y que nueve décimas partes de toda la construcción de carreteras se realizará en los países menos adelantados y en los países en desarrollo.

El número de represas también aumentó en los últimos 50 años con tal de dotar de energía a las actividades humanas. En todo el mundo existen actualmente unas 50.000 grandes represas (de más de 15 metros de altura) y unos 17 millones de embalses (de más de 100 metros cuadrados). “Las expansiones de carreteras, ciudades, represas hidroeléctricas y oleoductos y gasoductos pueden tener un alto costo ambiental y social, incluyendo la deforestación, la fragmentación del hábitat, la pérdida de biodiversidad, el acaparamiento de tierras, el desplazamiento de la población y la perturbación social, incluso para los pueblos indígenas y las comunidades locales. Sin embargo, la infraestructura puede generar efectos económicos positivos e incluso beneficios ambientales, basados en la eficiencia, la innovación, la migración y la urbanización, dependiendo de dónde y cómo se implemente y se dé la inversión”, destaca el informe.

En cuanto a medidas de conservación implementadas a la fecha, estas han sido exitosas en prevenir la extinción de algunas especies. Esto, gracias a la creación e implementación de áreas silvestres protegidas, los esfuerzos para hacerle frente a la captura y comercio ilegales de especies, las traslocaciones y la erradicación de especies invasoras, entre otras.

Las acciones en conservación durante el período comprendido entre 1996 y 2008 redujeron el riesgo de extinción de mamíferos y aves en 109 países en un valor medio del 29% por país, mientras que la tasa de deterioro del riesgo de extinción de aves, mamíferos y anfibios habría sido por lo menos un 20% mayor si no se hubieran tomado medidas de conservación en las últimas décadas.

Del mismo modo, es probable que al menos seis especies de ungulados (como el orix árabe) se hubiesen extinguido o solo sobrevivido en cautiverio si no se hubiesen tomado medidas para su conservación.

“Aunque todavía son pocos y están localizados espacialmente, estos casos muestran que con una acción rápida y apropiada es posible reducir las tasas de extinción inducidas por el hombre. Sin embargo, existen pocos estudios que evalúen cómo las tendencias en el estado de la naturaleza o las presiones sobre la naturaleza habrían sido diferentes en ausencia de esfuerzos de conservación”, se indica en el informe.

Asimismo, los autores señalan que estas medidas deben estar enmarcadas en un concepto de gestión del paisaje. “Como parte de la planificación y gestión integradas del paisaje, una restauración ecológica rápida que haga hincapié en el uso de especies nativas puede compensar la degradación actual y salvar muchas especies en peligro, pero es menos eficaz si se retrasa”, dijeron.

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