El médico internista, salubrista y epidemiólogo, Juan Garay, Profesor de Salud Global de la Escuela Nacional de Sanidad de Madrid y de Bioetica en la Universidad Nacional Autónoma de Chiapas, compartió ideas a título “exclusivamente personal” por redes sociales sobre la pandemia por COVID-19 en el mundo bajo un principal interrogante: ¿Hay una respuesta irracional e insolidaria ante la pandemia global?
COSTA RICA (28/10/2020).- En medio año, la pandemia del COVID-19 ha causado 880.000 muertes en el mundo, desde abril el número diario es estable (que la define como pandemia, ya no epidemia), de unas 6.000 muertes por día. Esto es 2 veces menos que por tabaco (aún legalizado), 4 veces menos que por hambre (en un mundo injusto con el doble de cifras de personas con sobrepeso) y 8 veces menos que por muertes pos desigualdades injustas (hay 17 millones al año, según datos oficiales en http://saludpublica.ucr.ac.cr/encuentro-equidad-social/ ).
“Todas esas muertes y sus problemáticas no ocupan ninguna portada de los medios de comunicación”. Y, agrego que” similar número de muerte es ante el riesgo atribuible de las bebidas azucaradas, que se siguen comercializando y anunciando, analiza el médico en su artículo.
“Ello supone el 2% de las muertes en el mundo, y en los países más afectados, como España, el 3,9%”, precisó.
Más que por mortalidad, el epidemiólogo Juan Garay sostiene que la importancia de un problema de salud se mide por “carga de enfermedad”, que estima, según duración y grado de discapacidad de cada caso y edad de cada fallecido en relación así potencial esperanza de vida, los años de vida saludables perdidos.
En ese análisis, dada la edad muy avanzada de la mayoría de los fallecidos, la proporción de carga de enfermedad/pérdida de salud, es menor del 1% del global. “Sorprende que ante la pérdida, estable globalmente desde hace 4 meses, del 1% de salud, se haya sacrificado más del 10% de los empleos y economía, y se haya limitado la movilidad y comunicación humana en más del 50%, con consecuencias de exceso de mortalidad que quizás sean mayores que las directamente causadas por el virus”, explicó.
“El exceso total de mortalidad ya ha cedido en los países más afectados, e incluso se ha visto un efecto rebote de menor mortalidad total apuntando a que una proporción de las muertes por COVID lo hubieran sido por comorbilidad (la pandemia adelantó dichos pronósticos unos meses)”, explica en su columna de opinión el profesional.
Diferenciar los grupos y las medidas económicas En esa línea, consideró que es necesario empezar a diferenciar dos grandes grupos, por edad y factores de riesgo, y basar en ello las medidas económicas, sociales y de salud: – En menores de 60 años (población laboralmente activa) y sin factores de riesgo (obesidad, hipertensión, diabetes, déficits inmunitarios), dos terceras partes de la población, el riesgo atribuible al virus es muy bajo y la proporción de muertes <0,1%, comparable a los accidentes de tráfico (y no por ello se cierran las carreteras).
Dicho grupo puede infectarse, con un riesgo similar a la gripe (en ellos tampoco está indicadas vacuna de la gripe), inmunizarse así, y contribuir al control y disminución de riesgo general de la epidemia. Por otro lado, puede trabajar normalmente en una economía que debe reorientar en la protección económica, social y sanitaria del tercio de riesgo por edad y factores de riesgo, y en la investigación de bienes públicos globales.
– En mayores de 60 años y especialmente en aquellos con los factores de riesgo antes mencionados, el riesgo atribuible al COVID es mayor, y la proporción de muertes puede ser >8%, aún así la mitad que por cáncer y cuatro veces menos que por enfermedades cardiovasculares.
Ese grupo precisa protección de contactos con infectados activos (PCR+), diagnóstico y tratamiento precoz por atención primaria e ingreso en casos severos. El problema es la relación y contacto entre ambos grupos, algo que explica en buena parte la mayor incidencia del virus en el Mediterráneo que en el centro y norte de Europa, y quizás en Latinoamérica que en Asia.
Al igual que en el SIDA una persona sin conocer su test no debiera tener relaciones sexuales sin preservativo, en el COVID, una persona <60 años y expuesta, sin conocer su IgG, no debiera tener proximidad y usar mascarilla, con una persona > 60 años o con factores de riesgo.
Dichos tests se podrían hacer quincenalmente y en exposición abierta podrían ir permitiendo gradualmente el contacto de los seropositivos (salvo casos muy aislados no son ni contagiosos ni reinfectados) con los grupos de riesgo y afectados (evitando otra gran causa de dolor, no cuantificada: la soledad de los enfermos). Equidad y solidaridad global para la investigación A nivel global, para el Dr. Garay es urgente lograr “un marco de equidad y solidaridad” que promueva la investigación y acceso universal de tests, de tratamientos y de vacunas efectivas y seguras (teniendo en cuenta las dudas que existen sobre la seguridad de vacunas que causan modificaciones en nuestros genes).
“Me sorprende como el mundo carece aún de inversión solidaria (que en investigación, desarrollo y acceso significaría <0,1% PIB, veinte veces menos que el gasto militar) para enfrentarse a la pandemia, y cada país rico se vanagloria de haberse asegurado producción de vacuna potencialmente efectiva para sí mismo…, de una estrategia inteligente por grupos según riesgos y no generalizada y tan dañina para los más pobres”, reflexiona el médico.
“Me sorprende también como se sigue cada día atendiendo a cifras (y tomando así decisiones) de infectados en general (mezclando ambos grupos de riesgo, con implicaciones muy dispares) y que, en comparación con los pocos y opacos estudios poblacionales, son cifras que infra-estiman (en España 0,5m detectados vs. estimados 2,35m – 5%-)”, aseveró.
En su humilde opinión, consideró que “una estrategia racional” incluiría las siguientes dimensiones:
1- Haría estudios poblacionales mensuales y en relación a ellos y de forma transparente tomaría medidas.
2- Diferenciaría medidas preventivas según edades y riesgos promoviendo la sero-conversión en bajo riesgo, el aislamiento y detección precoz por atención primaria en grupos de riesgo (modelo cubano), y los tests de anticuerpos para la interacción entre ambos.
3- Reconducir la economía a menor comercio global y turismo/transporte contaminante, mayor equidad fiscal y gasto social, disminución de factores de riesgo para la salud en general.
4- Crearía marcos internacionales para aumentar la cooperación internacional hacia bienes públicos globales de acceso universal, incluidos los relacionados con la pandemia (tests, equipos, tratamientos y vacunas seguras).