En los últimos 15 años, Chile, Brasil y Uruguay capturaron 30.000 millones de dólares de inversiones en plantas de celulosa. En la Argentina no aterrizó ni un solo dólar. El dato explica dos cuestiones muy significativas. En primer lugar que la región tiene el agua, los suelos y la luz solar necesaria como para lograr los bosques forestales de mayor productividad del mundo y por lo tanto atraer inversiones. El calentamiento global y la última serie de sequías están provocando grandes pérdidas en los bosques naturales del hemisferio norte, principalmente en Canadá, Estados Unidos y los países nórdicos. Su industria forestal pierde competitividad mientras se observa que el crecimiento de la demanda mundial sólo podrá ser abastecida por los bosques implantados de América del sur.
Fuente: La Nación /Por Félix Sammartino |
MISIONES (28/9/2013).- Pero a pesar de estas ventajas, el país no ofrece el suficiente horizonte de previsibilidad para una actividad de largo plazo. Claro, en la actividad forestal la inversión no retorna a los seis meses como en una cosecha de granos. Aquí la medida de tiempo son por lo menos diez años. Y decididamente la forestación se encuentra atrapada en el cortoplacismo que le ofrece la macroeconomía. No por nada, de la materia prima que generan los 1,2 millones de hectáreas de bosques implantados sólo se industrializa el 50%. Los memoriosos recuerdan que la última inversión efectuada en una planta de celulosa en nuestro país fue en 1982, la que actualmente tiene Alto Paraná en Puerto Esperanza.
Para colmo de males, la ley de extranjerización de la tierra genera una cuota adicional de incertidumbre en la actividad por la posibilidad que termine de ahuyentar al inversor extranjero.
Con este escenario, que es casi como andar con el freno de mano puesto, se realizó esta semana el 4to. Congreso Forestal Argentino y Latinoamericano en la ciudad de Iguazú. Los organizadores acertaron en proponer una temática muy amplia, de la utilización de la biomasa hasta la imagen pública del sector y los problemas sociales y ambientales, y en incorporar en la agenda de la discusión local los desafíos que se vienen. No dudaron en hacer una fuerte apuesta económica en traer a los mejores disertantes.
Thomas Amidon, que se presentó como un científico loco, profesor de bioprocesos del SUNY College de New York, habló de las líneas de trabajo de las biorefínerías y como pueden transformar los antiguos residuos en nuevos productos. Si de la madera antes se aprovechaba la celulosa para pulpa y papel ahora la tecnología permite aprovechar la hemicelulosa y transformarla en bioplásticos, etanol y butanol. Hasta la lignina puede convertirse en adhesivos. En definitiva, el mundo que se viene, la bioeconomía donde todo residuo se termina transformando.
El investigador francés Philippe Rozenberg, director del INRA Orléans, Francia, fue contundente con su información sobre el rápido aumento de la temperatura media anual, las sequías y el decaimiento de los bosques europeos. «Comprender los procesos implicados en los decaimientos presentes y pasados puede ayudar a identificar aquellos procesos que ponen en peligro ciertos sistemas de producción como así también aquellos que pueden activar mecanismos de adaptación», afirmó Rozenberg.
Para anticiparse al escenario de mayores temperaturas globales y frecuencia de sequías aconsejó la utilización de dos herramientas: el mejoramiento genético y el manejo forestal.
En una línea parecida, Jose Luiz Stape, profesor de silvicultura en la Universidad de North Carolina, Estados Unidos, habló de prepararse para el futuro en la que no quedará otra que producir con mayor eficiencia, es decir producir más con menos recursos. Demostró los resultados que tienen la genética, la selección y las prácticas de gestión adecuadas para la producción económica y sostenible de la madera. Aseguró además que las «plantaciones forestales son fundamentales para satisfacer la demanda de madera del planeta, cuya población y el consumo per cápita de la madera están en aumento. América latina ha demostrado poseer áreas de media-alta productividad para las principales especies plantadas de Pinus (15-45 m3/ha/año) y el Eucalyptus (25-60 m3/ha/año)».
Para el secretario científico del Congreso, Tomás Schlichter, coordinador de Investigación Forestal del INTA, los pasos que se están dando en la investigación tanto en bosques nativos como implantados abren nuevas posibilidades de productos y mercados. Schlichter, que prefiere ver la mitad del vaso lleno, cree que «mientras existan bosques hay esperanza en esta actividad. Eso es lo central, las inversiones llegarán en algún momento, tarde o temprano».
Bioenergía y alfajores
La investigación posibilita que hoy los bosques forestales sean como cajas de Pandora, de las que se puede sacar una gran variedad de productos y también algunas sorpresas. Una buena parte de las presentaciones del Congreso fueron acerca de la biomasa y su utilización. En un contexto en el que la matriz energética argentina es progresivamente más dependiente de hidrocarburos, la alternativa de generar energía a partir de biomasa, neutral en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, se convierte en un camino obligado. Las inversiones en el manejo y utilización de la biomasa tienen como ventajas la promoción del empleo, la disminución de las pérdidas en el sistema de transmisión y distribución de energía, y que da valor a un residuo y permite eliminar pasivos ambientales. Todo esto la convierte tanto en una fuente de generación clave para el desarrollo sustentable de Argentina como en una herramienta para mitigar el cambio climático.
Durante el Congreso se presentó Probiomasa, una plataforma para la promoción de la energía derivada de biomasa en el que intervienen los ministerios de Agricultura y Planificación Federal.
Entre las sopresas que se pueden sacar de un árbol se encuentra sin dudas los alfajores y bombones de la madera del Yacaratia. Una especie que alcanza una altura de 12 a 15 metros. En un stand del Congreso, Marisa Pascutti ofrecía estas delicias luego de limpiar la madera de astillas y cocinarla durante cuatro días. Como valor alimenticio se cuenta su aporte de fibras y minerales. Y ya se están probando variantes culinarias de esta tabla de madera en restaurantes de Puerto Madero.
El futuro, según los especialistas
La investigación será la clave para enfrentar los desafíos
- «La matriz energética China esta basada en el carbón. La polución es tremenda. Pero están invirtiendo muy fuerte en energías renovables»
Thomas Amidon / profesor de bioprocesos
- «La respuesta que podemos dar al calentamiento global y al decaimiento de los bosques es la interacción de las disciplinas en la investigación»
Philippe Rozenberg / investigador forestal
- «La forestación tiene grandes saltos de producción cuando se incorpora la técnica adecuada, sea el control de malezas o la fertilizacion»
José Luiz Stape / profesor de silvicultura
- «Para este Congreso Forestal nos propusimos traer a los mejores especialistas en temas que serán los desafíos del futuro»
Tomás Schlichter / secretario cientÍfico congreso
El caso de Papel Misionero
IGUAZÚ (De un enviado especial de La Nación).- Como parte de su política de innovación, la empresa Papel Misionero desarrolló y concretó el proyecto de utilizar la biomasa no aprovechada para generar su propia energía.
Como se sabe los procesos de cosecha, aserrado y preparación de la madera para la producción de pulpa generan gran cantidad de subproductos, como ramas y despuntes, aserrín, cortezas, costaneros y virutas. Esta biomasa se acumulaba y se quemaba o descomponía a cielo abierto, generando contaminación, molestias y daños al medio ambiente. Además como a muchas empresas industriales, Papel Misionero podía sufrir cortes en el suministro de energía.
Así como una solución a estos problemas se decidió a encarar una inversión de 65 millones de dólares, la más importante del sector forestal-industrial argentino, en adquirir una caldera de biomasa de alta tecnología y el equipamiento correspondiente.
El proyecto y la inversión tiene que ver con una industria de la celulosa y el papel que ha adquirido una enorme experiencia en el aprovechamiento y uso sustentable de sus recursos. Durante estos años ha venido integrando actividades como la silvicultura, el manejo de biomasa, el procesamiento de la fibra, la química de la madera y hasta el reciclado del papel, desarrollando sinergias de esa integración. Genera energía y vapor a través de la recuperación de químicos y se provee de maderas cultivadas. La generación de energía limpia a partir de la biomasa, en la que se reemplazan los combustibles fósiles, es sólo la última acción de su política de sustentabilidad.
La Selva Atlántica se conserva en Misiones
IGUAZÚ (De un enviado especial de La Nación).- La decisión de mantener 16.500 hectáreas como reserva de la Selva Atlántica, sobre un total de 110.000 de bosque nativo que la empresa Alto Paraná conserva en la provincia de Misiones no es usual. Pero así lo sostiene la firma a través de la Reserva San Jorge, una extensión que se mantiene intacta desde 1999 y que permite que exista un corredor entre los parques nacional Iguazú y el provincial Urugua-í que, sumado al parque nacional brasileño Foz do Iguaçu completan una porción de 301.000 hectáreas de bosque en estado virgen e interconectados.
«La eficiencia productiva es la que hoy hace posible la conservación», destaca el fotógrafo y naturalista Emilio White, a cargo del área y autor de un libro sobre Reserva Forestal San Jorge, y agrega: «El sector privado es fundamental para llevar adelante esta tarea».
Las primeras plantaciones de pino tadea crecían entre 20 y 25 metros cúbicos por hectárea por año. «Hoy, con el mejoramiento genético, se pueden alcanzar los 37 metros cúbicos, una mejora del 40%», explica Gustavo Maestri, de Alto Paraná.
El rol del sector privado en la preservación se hace patente si pensamos que la Selva Atlántica comprendía una superficie de 45 mil kilómetros cuadrados desde Bahía, en Brasil, hasta nuestro país, y que hoy queda sólo el 7% de la extensión original.
Y se evidencia también si sabemos que de las 1000 especies de aves que existen en la Argentina, 450 están en Misiones.
Pero la trascendencia de estas reservas es innegable cuando nos enteramos que en el país existen sólo 200 yaguaretés, el felino que se puede ver en la camiseta de los jugadores de la selección argentina de rugby, y que fue declarado monumento natural nacional lo que lo convierte en el único animal por el que un cazador furtivo puede ser apresado. En Misiones, se calcula, existen 50 de estos «argentinos con problemas», como los denominó la Fundación Vida Silvestre Argentina, la segunda población de yaguaretés del país, luego de la salteña.
Hoy, la mayor parte de la Selva Atlántica que queda en el planeta se encuentra en la Argentina. Animales como el yaguareté, el anta, el tapir, el oso hormiguero; aves como el tucán o el pájaro campana; especies como los centenarios palos rosa o las palmeras pindó se multiplican en San Jorge, que se convirtió también en un lugar que permite investigaciones científicas y actividades educativas y recreativas.
Pero lo que más se hace presente en la reserva es la exuberancia de la selva, tanto que se hacen carne aquellos cuentos de Horacio Quiroga. Una higuera comenzó a enredarse, cientos de años atrás, en un palo rosa y terminó por comérselo, literalmente. En la tierra algo se mueve, y aparece una hormiga gigante, la hormiga tigre. Una tropa de hormigas más chicas pasa sin que nada las detenga, es una formación que se denomina «corrección» que como las marabuntas arrasa con todo lo que encuentra.
La selva es un descubrimiento a cada paso, pero hay que saber mirar. «Existe un juego de escondidas entre los animales y los humanos. La selva se deja sentir y se muestra en la medida que ella quiere, no en la medida que uno quiere», dice White que aún no ha logrado fotografiar un yaguareté a pesar de que lleva largos años intentándolo y remarca cómo, en su interacción infinita, al afectar a una especie de la selva, el daño puede ser irreparable también para otras especies que no se creía dañar pero que hoy viven en un permanente riesgo de extinción.



