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«No tenemos el derecho de exterminar una especie», señala especialista de la IUCN

Lo advierte Jon Paul Rodríguez, el venezolano que preside la Comisión para la Supervivencia de Especies de la IUCN. Estuvo en Santa Fe para participar de la reunión del Grupo Mundial de Especialistas en Cocodrilos y contó cuáles son los grupos más amenazados.

Fuente: El Litoral. Por Gastón Neffen

SANTA FE (12/5/2018).- Los anfibios están en peligro. Enfrentan la mayor amenaza para su supervivencia en milenios. El responsable es un hongo (Batrachochytrium dendrobatidis) que produce una enfermedad impronunciable pero letal: quitridiomicosis. El patógeno infecta su piel —forma parte de sus estructuras respiratorias— y produce desequilibrios en cascada que terminan en un paro cardíaco.

“A nivel mundial hay mucha preocupación por la disminución global de anfibios. Es el grupo taxonómico más amenazado, junto con los corales en los mares. La quitridiomicosis los extermina y muchas especies han desaparecido por completo en las zonas montañosas de regiones tropicales”, alerta el venezolano Jon Paul Rodríguez, jefe de la Comisión para la Supervivencia de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), en diálogo con El Litoral.

Es el responsable de coordinar el trabajo de más de 6.000 expertos de 170 países —en muchos casos científicos, que son referentes de sus campos— que analizan estrategias para proteger la biodiversidad y evitar la extinción de animales y plantas. Vino a Santa Fe para participar de la reunión del Grupo Mundial de Cocodrilos, que se desarrolló esta semana en la Ciudad Universitaria de la UNL.

En la comunidad científica se debate si el calentamiento global —una más que probable secuela del desarrollo industrial y la emisión masiva de gases efecto invernadero— es el responsable de la disminución de las noches frías y la mayor proliferación del hongo que aniquila a los anfibios. “En el caso de los corales, que se están replegando en todo el mundo, el problema es el aumento de la temperatura del mar y la acidificación de los océanos”, precisa Rodríguez.

En el encuentro que se realizó en Santa Fe, se analizó la situación de cuatro especies de cocodrilos —sobre un total de 24, explicó Alejandro Larriera— que están muy amenazadas. Son el gavial del Ganges en la India, cercado por la pérdida de hábitat y la competencia con los pobladores locales, el aligator de la China —muy complicado por la expansión de los cultivos arroceros—, el caimán del Orinoco en Venezuela y Colombia (un enorme cocodrilo que fue diezmado por su cuero y sus conflictos con los pobladores, ya que es un animal peligroso) y el falso gavial de Indonesia, acechado por el vertiginoso crecimiento del cultivo de palma para producir aceite y biodiésel.

El experto venezolano y Larriera, que es subsecretario de Recursos Naturales de Santa Fe y referente del proyecto Yacaré, conversaron con El Litoral sobre las tensiones y desafíos que atraviesan los programas de conservación.

Un yacaré en los Esteros del Iberá. A nivel mundial hay cuatro especies de cocodrilos amenazadas: el gavial del Ganges, el caimán del Orinoco, el aligator de la China y el falso gavial de Indonesia. Foto: Archivo El Litoral 

— ¿Cómo se enfoca el trabajo de la Comisión de Supervivencia de Especies a nivel global?

— Nosotros somos conocidos por la lista roja de especies —recordó Rodríguez—, que es un catálogo que incluye a todas las especies, las que están amenazadas y las que no. Se les asigna una categoría que refleja el grado de riesgo de extinción, pero la verdad es que todas las especies merecen nuestra atención, no solo las amenazadas. Como comisión, uno de nuestros objetivos es generar la información científica que sustente el manejo racional y sustentable de los recursos naturales, para preservar la flora y la fauna.

— ¿Cuáles son las estrategias más efectivas para preservar hábitats y que las especies sobrevivan? 

— Como cualquier otra especie nosotros tenemos el derecho de beneficiarnos de los recursos naturales, pero no tenemos el derecho de exterminar una especie —indicó Rodríguez—. Existen formas de lograr un aprovechamiento sustentable. En ese camino, es importante que los beneficios que se generen por el aprovechamiento comercial queden en las comunidades. Una de las principales formas de garantizar que las especies coexistan, es que su supervivencia sea beneficiosa para los productores locales.

— Las amenazas a la biodiversidad son conocidas. El cambio climático, la expansión de la frontera agrícola y ganadera, el boom demográfico y la pobreza, entre otras. Además, de proteger áreas como reservas naturales y parques nacionales, ¿qué otras alternativas pueden funcionar?

— Hay muchas formas de ordenar las actividades agrícolas —insistió Rodríguez—. En el sudeste asiático, por ejemplo, uno de los cultivos de mayor crecimiento es la palma aceitera, que tiene un margen de ganancia muy alto en poco tiempo. No es que nosotros nos opongamos al desarrollo, pero pedimos que se cultive en áreas degradadas y espacios no aprovechados y no a costa de bosques primarios tropicales. Siempre hay formas de que el desarrollo económico reduzca su impacto ambiental y nuestra labor es encontrar ese tipo de soluciones. Incluso en actividades como la caza, por más que tengamos reservas personales con el tema, es cierto que los cazadores deportivos pagan mucho dinero por la oportunidad de cazar un determinado animal y así se generan fondos para preservar esos animales —y también otros—, y una comunidad consigue los recursos económicos para atravesar todo el año.

— En Santa Fe, el proyecto Yacaré hace más de 20 años que trabaja en un programa de conservación que además genera recursos económicos —a través del cuero y la carne— y beneficia a los productores locales. ¿Cómo analiza este tipo de iniciativas?

— En el caso de los cocodrilos se da una situación que no es la habitual —asegura Rodríguez—. Se han logrado acuerdos y alianzas entre la comunidad científica, las ONG y las industrias, incluso la peletera, que han funcionado para aumentar las poblaciones. Son conexiones que siempre buscamos y aquí se han dado. En estos casos, es fundamental la trazabilidad, para que se puede demostrar a las personas que el cuero o la carne proviene de un programa de aprovechamiento sustentable, que también está enfocado en preservar la especie en su ambiente natural.

— Siempre digo que en Santa Fe —se suma Larriera— antes se preocupaban porque no había yacarés y ahora porque hay y los ven en la zona portuaria o en la costanera. Hay que aprender a convivir con ellos, forman parte de nuestro ecosistema y no son una especie peligrosa, salvo que uno intente capturarlos. En el caso del Proyecto Yacaré, está claro que hay incentivos para que a los productores locales les interese su conservación. En San Cristóbal, por ejemplo, un “gaucho” que siempre trabajó en la cosecha de huevos —Don Noriega— y como guía para los investigadores una vez me dijo: “Esta casa, es puro huevos”. Es que se la hizo con los recursos que generó colaborando con el proyecto.

 

Reconocen a expertos e investigadores santafesinos

Esta semana se desarrolló en Santa Fe la 25° Reunión de Trabajo del Grupo de Especialistas en Cocodrilos. Es un evento global que se realiza cada dos años (en la edición anterior se hizo en el Parque Kruger en Sudáfrica). A la ciudad vinieron unos 300 especialistas de 38 países. En la cena de clausura de la reunión, se le entregó el Premio Internacional Castillo —que reconoce aportes esenciales para la conservación de los cocodrilos— a Alejandro Larriera, que lo compartió con todo el equipo del Proyecto Yacaré (foto), que depende del Ministerio de Medio Ambiente de Santa Fe y creció con el aporte de MUPCN y con la participación de investigadores de la UNL y el Conicet. El veterinario santafesino Pablo Siroski también fue distinguido como uno de los investigadores más destacados de los últimos dos años, junto al colombiano Sergio Balaguera Reina.

 

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