En una fecha que conmemora los derechos de las comunidades originarias, las voces de sus líderes resuenan con una demanda central: la restitución de sus territorios. A pesar del reconocimiento constitucional en Argentina, las comunidades denuncian que la ley no se cumple y que el avance del extractivismo amenaza su existencia cultural y ambiental.
Fuente: ENDEPA, UNESCO, REDES CHACO
ARGENTINA (9/8/2025).- Cada 9 de agosto, el mundo conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1994 para recordar la primera reunión del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas en 1982.
Sin embargo, más allá de la celebración, esta jornada es un recordatorio de los desafíos que estas comunidades ancestrales enfrentan a diario.
Los pueblos originarios, presentes en todos los continentes, no solo son portadores de culturas e identidades únicas, sino también los guardianes de gran parte de la biodiversidad del planeta.
Según estudios de organismos internacionales, sus territorios son los menos contaminados. Pese a ello, se enfrentan a amenazas constantes, como el avance del extractivismo, la deforestación y el desplazamiento forzado, una realidad que en América se arrastra desde hace más de cinco siglos.
Son más de 58 millones de personas que habitan América Latina y el Caribe. A pesar de su rol vital como guardianes de la biodiversidad, que resguardan el 60% de los mamíferos terrestres, siguen enfrentando una marginación socioeconómica que demanda una revalorización urgente de sus saberes ancestrales para construir soluciones sostenibles frente a la crisis climática
En Argentina, la Constitución Nacional, en su artículo 75 inciso 17, reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas y garantiza la propiedad comunitaria de sus tierras. No obstante, desde la Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA), se denuncia que la legislación es ignorada o incumplida, y que las comunidades siguen sufriendo amenazas y desalojos.
En Argentina presiste el reclamo por el territorio y una lucha por la sobrevivencia
En este contexto, la voz de Santiago Ramos, miembro del pueblo Mbya Guaraní y autoridad de la Comunidad Puente Quemado II en Misiones, se alza con una demanda clara y contundente. «Para nosotros, los pueblos indígenas, es fundamental recuperar los territorios que hemos perdido durante muchos años. Tenemos problemas territoriales y sabemos que tenemos derecho a la tierra, porque la Constitución Nacional lo dice», afirmó.
Ramos enfatiza que el territorio no es solo un pedazo de tierra, sino el pilar de su supervivencia cultural: «Si contamos con grandes hectáreas de monte, podemos vivir de acuerdo a nuestras costumbres, practicar nuestra educación propia y nuestra medicina tradicional. El territorio es vida para nuestros hijos y para las generaciones futuras».
A pesar de los atropellos que sufren por empresas privadas, Ramos reafirma la resiliencia de su pueblo: «Los pueblos indígenas nunca vamos a desaparecer, por eso seguimos luchando. Hemos sufrido atropellos y amenazas, y nuestros recursos naturales están desapareciendo. Perdemos biodiversidad, frutos nativos y agua pura».
«Somos pueblos preexistentes, no intrusos. La sociedad no indígena llegó después y el Estado tiene una gran deuda con nosotros. Queremos que se reconozca y se respete nuestro derecho territorial», concluyó, dejando en claro que la lucha por el territorio es una razón de supervivencia cultural, ambiental y comunitaria que sigue vigente y necesaria.
La lucha por el territorio en América Latina
Esta jornada sirve también para visibilizar a los más de 800 pueblos indígenas que viven en América Latina y el Caribe, una población de alrededor de 58 millones de personas que representa el 10% del total regional.
A pesar de ser los creadores y custodios de una gran proporción de la diversidad lingüística, cultural y biológica del continente, los pueblos indígenas siguen enfrentando una profunda marginación socioeconómica.
Organizaciones internacionales, como la UNESCO, y diferentes proyectos de desarrollo coinciden en que reconocer y valorar el conocimiento indígena es fundamental para construir soluciones sólidas que protejan la biodiversidad y el clima.
Durante generaciones, estos pueblos han resguardado territorios que albergan más de 2,500 especies de mamíferos, incluyendo el 60% de todos los mamíferos terrestres. Su rol como guardianes de la naturaleza es vital para conservar bosques, salvaguardar ecosistemas y enfrentar los grandes desafíos globales. La unión del conocimiento indígena con la ciencia moderna, insisten, genera soluciones más sólidas, inclusivas y sostenibles para el planeta.
Innovar es volver a la tierra: saberes ancestrales lideran la transformación
Desde iniciativas como Impacto Verde, financiada por la Unión Europea, se impulsa la innovación en cadenas productivas que parten de los conocimientos ancestrales. El proyecto busca integrar la visión de las comunidades, que sostienen prácticas de producción sustentable, organización colectiva y cuidado del monte, para responder a los desafíos climáticos actuales. La premisa es clara: la sostenibilidad se construye con memoria, respeto y territorio.
Lita González y las Cholitas Escaladoras: rompiendo techos de cristal
La UNESCO destaca la inspiradora historia de Lita González, fundadora del colectivo de las Cholitas Escaladoras de Bolivia. «Mujeres, indígenas y montañistas, decidimos que la cima también nos pertenece», dice Lita, cuya historia de herencia, coraje y transformación inspira a nuevas generaciones a romper prejuicios.
Lita, nacida en el Valle de Zongo, miraba los cerros como un destino inevitable. Su padre era guía de alta montaña y su madre, cocinera en refugios. La pregunta infantil «¿A dónde va mi padre cuando escala?» la llevó a convertir la escalada en una travesía de vida.
«Subir con pollera fue una decisión que cambió mi vida», afirma. Esa prenda, símbolo de lucha y dignidad, que alguna vez fue motivo de burla, hoy ondea en lo más alto del Aconcagua, a casi 7,000 metros de altura, como estandarte de una nueva narrativa.
El colectivo se formó en 2015 con 11 mujeres indígenas aymaras que decidieron ir más allá de su rol tradicional. «No sabíamos si podríamos, pero fue allí donde descubrí que tenía la fuerza dentro mío, en la sangre», recuerda Lita.
Esa primera cumbre fue un despertar que las llevó a conquistar muchas más, demostrando que en lo más alto de las montañas del Cono Sur, la fuerza de las mujeres indígenas resuena con la fuerza del viento.