“Las buenas prácticas de RSE, según relevamiento de las empresas comprometidas, fue contar con un propósito corporativo que no se limita a la maximización del beneficio para el accionista”, señaló Julián D’Angelo, Coordinador Ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA).
Fuente: Ambito
Sin dudas, este año 2020 fue muy diferente al que estábamos imaginando y planificando hace doce meses atrás. La pandemia Covid-19 comenzó ocasionando una severa crisis sanitaria para luego ser letal con la economía mundial, al desencadenar una profunda crisis económica, y en consecuencia, también social.
El coronavirus, a diciembre, continúa avanzando en el mundo y ya ha superado formalmente los 66 millones de contagios y, al menos, un millón y medio de víctimas fatales, en unos 185 países. Europa se encuentra atravesando la segunda ola, América es el continente con mayor cantidad de contagiados y cinco de los quince países con mayor número de contagios, son latinoamericanos, entre ellos Argentina.
En términos económicos ha sido una crisis tan devastadora para ramas enteras de la industria, como las vinculadas al turismo y el esparcimiento, que ha llevado al prestigioso economista francés, Jacques Attali, ex presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, a plantear que existen sectores completos de la industria que todavía no han entendido que una enorme parte de ellos “están muertos”, como las empresas automotrices o las aerolíneas, y muchas empresas son zombies, financiados ilusamente como si fueran a sobrevivir.
Pero, a días de finalizar 2020, de la mano de la esperanza en la contención de la pandemia, que generan las vacunas que están concluyendo exitosamente sus últimas fases de prueba, también se están empezando a ver las primeras señales de reactivación de la economía.
Indudablemente, esta crisis, la sanitaria y la económica, significó para las empresas una importante puesta a prueba para su propósito corporativo, un desafío para el aprendizaje y también una severa interpelación a su estrategia, sus planes de negocio y a la cultura empresaria predominante.
Ante este complejo y desafiante cambio de escenario, pudo observarse, en un inicio, un comportamiento diferente por parte de las empresas, que nos permitió observar que aquellas que ya venían implementando un modelo de gestión sustentable y socialmente responsable, fueron las que mostraron una más rápida y positiva respuesta.
Así, puede verse, por un lado, que las empresas que tenían incorporada en su misión y sus valores la mirada responsable de la sustentabilidad, lo siguieron haciendo y profundizando.
Mientras que, por el otro, las compañías que solo hacían greenwashing mediante el marketing de sus figurativas prácticas de responsabilidad social, siguieron cometiendo los mismos errores de siempre, dando lugar ahora a un nuevo fenómeno de la simulación responsable: el coronawashing.
Estudio de Buenas Prácticas
Por eso, en el Cenarsecs (FCE-UBA), nos pareció que la mejor manera de lograr una conclusión abarcativa del comportamiento empresarial en este contexto de crisis extraordinaria, era llevar adelante un estudio metódico y objetivo de las diferentes actividades implementadas por las compañías desde el mes de marzo, que nos permitiera obtener un importante aprendizaje de esta experiencia verdaderamente dramática, constituyendo un Banco de Buenas Prácticas Empresarias Socialmente Responsables.
Este relevamiento, que concluyó recientemente, involucró el análisis de las prácticas de gestión de 891 empresas, de las cuales 488 realizaron acciones en la Argentina, 172 en México, 116 en España y 115, en otros 26 países del mundo. Cada una de estas empresas implementó una o más acciones de diferente tipo, lo que sumó un total de 1466 acciones empresarias; 637 en Argentina y 829 en el exterior.
Estas buenas prácticas empresarias responsables fueron desde establecimientos que modificaron toda su línea de producción para fabricar alcohol en gel, máscaras, cubrebocas u otros insumos médicos, corporaciones que intensificaron la donación de productos, como las alimenticias, hasta iniciativas como la de reconocidos empresarios que recaudaron u$s100 millones para la Cruz Roja, para aplicar a la compra de respiradores e insumos médicos para asistir a hospitales, o “Seamos Uno”, que distribuyeron un millón de cajas de alimentos.
O varios grupos de empresarios que, en diferentes ciudades del país, donaron fondos para la compra de respiradores e insumos necesarios para atender a los pacientes. O fábricas que destinaron el 100% de su capacidad instalada a producir alcohol fino y en gel para donar a los Hospitales y Centros de Salud de todo el país. O numerosas compañías que fortalecieron su compromiso con la educación, aportando a la infraestructura para la virtualización de la enseñanza.
También compañías que tuvieron que reconvertirse rápidamente, para poder seguir prestando sus servicios o acercando sus bienes a una población afectada por el aislamiento social. O laboratorios farmacéuticos que, no sólo orientaron sus máximos esfuerzos en la obtención temprana de una vacuna, sino que también extremaron las alianzas para facilitar la plena disposición y el más bajo costo para todos los habitantes del globo.
¿Qué llevó a estas corporaciones a fortalecer su compromiso, mediante un esfuerzo económico extraordinario, aún en el marco de una crisis económica tan profunda?
¿Qué diferencial estratégico tienen esas empresas socialmente responsables, respecto a las demás, que las posiciona favorablemente para el 2021?
Lo que entendemos que motivó gran parte de esas buenas prácticas de RSE relevadas de las empresas comprometidas fue contar con un propósito corporativo que no se limita a la maximización del beneficio para el accionista.
En contraposición a la visión tradicional de las empresas, centrada exclusivamente en el accionista, una empresa con propósito tiene en cuenta los intereses de todos sus stakeholders. Y es entonces ese propósito lo que las orientó y les sirvió como brújula en tiempos de tormenta.
Las empresas que ya tenían un propósito que excedía el mero lucro, que tenían incorporada en la estrategia, y asumida honestamente en su gestión, un fuerte compromiso por el desarrollo sostenible que promueve la creación de valor a largo plazo para todos los stakeholders, fueron los primeras en responder positivamente.
De esta forma, contar con un propósito resulta un factor estratégico que le aportó un valor diferencial a la capacidad de respuesta de la empresa, frente a los drásticos e inesperados cambios en 2020, y que también le permite posicionarse de manera óptima para el 2021, lo que indispensable para su perdurabilidad en estos escenarios críticos y cambiantes.
(*) Coordinador Ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA).