La muerte de niños por desnutrición no cesa y la respuesta del Estado sigue siendo ineficiente. Ahora, frente a la mediatización de la gran cantidad de fallecimientos infantiles por causas evitables, los gobiernos provincial, nacional y algunas ONGs emprendieron acciones, pero no alcanzan a producir los cambios estructurales, concretos y urgentes que se necesitan para revertir las consecuencias de tantos años de despojo y no reconocimiento de los Pueblos Indígenas.
Fuente: ENDEPA
ARGENTINA (Marzo 2020).- El mundo está enfrentando una terrible pandemia. Son momentos de tomar decisiones que implican responsabilidad y colaboración social intensa, sin embargo existe en la Argentina otra emergencia paralela: la situación sanitaria del Pueblo Wichi, que es preocupante en extremo.
La muerte de niños por desnutrición no cesa y la respuesta del Estado sigue siendo ineficiente. Ahora, frente a la mediatización de la gran cantidad de fallecimientos infantiles por causas evitables, los gobiernos provincial, nacional y algunas ONGs emprendieron acciones, pero no alcanzan a producir los cambios estructurales, concretos y urgentes que se necesitan para revertir las consecuencias de tantos años de despojo y no reconocimiento de los Pueblos Indígenas.
Más allá de la atención de la emergencia, las Comunidades Originarias del norte del país reclaman soluciones estructurales, que el trabajo sea articulado, que se incluya a las Comunidades en las mesas de decisiones y que se realicen las debidas consultas, para dar respuesta a una problemática de larga data. Esta realidad se agudizó debido a la expansión de la frontera agrícola y a la presencia de industrias extractivistas, que ocasionaron la pérdida de sus territorios ancestrales.
“Queda evidente que las Comunidades de donde eran oriundos los niños fallecidos están ubicadas en una región sujeta a una radical transformación del paisaje natural, lo cual ha conllevado a la desarticulación de su economía tradicional”, fue una de las conclusiones a las que arribó Andrés Leake, doctor en ciencias ambientales, que elaboró un mapa relacionando la ubicación de las Comunidades Indígenas y las superficies desmontadas. Los departamentos de San Martín y Rivadavia, donde se ubican los casos, perdieron en los últimos 18 años un total de 438 mil hectáreas de monte.
Ahora se está muriendo un niño por día, las últimas víctimas de este cruel sistema fueron uno de un año y seis meses de edad por “sepsis deshidratación”, según el certificado de defunción, el día martes 24 de marzo y el día 26 su hermanita de 5 años, como consecuencia de una gastroenteritis, ambos en la Comunidad La Curvita.
Estos lamentables casos se suman a otros anteriores, igualmente tristes: una madre Wichí de 36 años, quien falleció en enero dando a luz, en el paraje Santa María y nueve niños en el Gran Chaco Salteño.
Esta situación nos causa un inmenso dolor y nos impulsa a continuar acompañando a los Pueblos Indígenas en su pedido de justicia y exigiendo la reivindicación de sus derechos, estipulados en la Constitución Nacional.
Es necesario escuchar el clamor de los Pueblos Originarios, atender sus pedidos, apoyar sus luchas, apreciar su riqueza cultural y garantizar la recuperación y protección de sus territorios. Solo así serán soluciones genuinas.
Es importante recordar que el cuidado de los Pueblos Indígenas hacia el ambiente es un beneficio para toda la humanidad.
Fotografía: Adrian Escandar