Escribe Carlos Guillermo Buduba. Ingeniero Forestal, Doctor en Ciencias Agropecuarias. Jefe del Campo Experimental Agroforestal INTA Trevelin. Profesor de Suelos Forestales y Director del Centro de Estudios Ambientales Integrados (CEAI) en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
ARGENTINA (MAYO 2O19).- La presencia del Bosque Andino Patagónico, que desde Chubut, Río Negro hasta Neuquén (sector verde en la imagen del mapa), está limitada a ciertas características del suelo que sólo se presentan en esta región de la Argentina y en algunos rincones de Santa Cruz.
Imagen 1. Región del Bosque Andino Patagónico (sector verde en el mapa) y una vista de un bosque de lenga. El sector rojo en el mapa indica las tierras con aptitud forestal para la implantación de especies introducidas, principalmente pino.
En toda la región la oferta de lluvias es casi exclusiva durante el invierno, un 70 % de las precipitaciones anuales (barras azules en la Imagen 2). Por otro lado, se registra una alta demanda hídrica ambiental (barras celestes en la Imagen 2) que coincide con las temperaturas más elevadas de los meses de verano (línea roja en la Imagen 2). Sin embargo, los bosques en la Región Andino Patagónica se desarrollan sobre un suelo que es capaz de sostenerlos, a pesar de la “aparente sequía estival”.
Imagen 2. Precipitación, evapotranspiración (demanda hídrica ambiental) y temperatura media anual para el período 1970 – 2018 en Trevelin, Chubut (Precipitación media anual 990 mm, Evapotranspiración media anual 1.214 mm, Temperatura media anual 9,8 °C). (Datos EEAf INTA Esquel, Campo Experimental Agroforestal INTA Trevelin)
Este tipo de distribución anual de las precipitaciones debería ocasionar un marcado déficit hídrico en las plantas y sin duda, la presencia de otro tipo de vegetación. Posiblemente un paisaje sin bosque, con árboles dispersos y con adaptaciones para vivir en un ambiente con escasez de agua líquida. Durante los cortos días y fríos meses invernales el agua precipitada es abundante, mientras que durante los largos y muchas veces calurosos días estivales, casi no llueve. Todos sabemos que las plantas necesitan luz, calor y agua para crecer. Sin embargo, en la Región Andino Patagónica pareciera que la presencia de los tres insumos no coincide en el tiempo.
La respuesta a esta paradoja, la existencia del Bosque Andino Patagónico, es el suelo que se comporta como una esponja. Una esponja que es capaz de recargarse cuando los árboles no necesitan el agua (invierno) y de liberarla cuando el bosque está en pleno crecimiento (verano). Una esponja que puede llegar a superar su mismo peso en agua (> 100 % de humedad) por estar formada por materiales volcánicos con altos contenidos de materia orgánica.
Este material volcánico se origina en la cordillera, donde existen numerosos cráteres que de forma continua liberan material de diferentes tamaños (arena y ceniza), tal como se observa en la Imagen 3 para la zona de Chubut, Río Negro y sur de Neuquén.
Imagen 3. Volcanes más importantes en la Cordillera de los Andes para la zona de Chubut, Río Negro y sur de Neuquén (Google Earth).
De forma recurrente la ceniza volcánica expulsada es transportada y depositada por los vientos dominantes en un paisaje que hace sólo unos 10.000 años dejaba de estar ocupado por inmensos glaciares que cubrían la región. El marcado gradiente pluviométrico que se registra en sólo 70 km lineales, que pasa de más de 2.000 mm anuales con exuberante vegetación en el límite con Chile, a 300 mm en la estepa patagónica, va alterando de manera diferencial los depósitos, convirtiéndolos en diferentes suelos derivados de ceniza volcánica.
Donde más llueve, la ceniza se transforma en un suelo muy poroso (70 % de poros con densidad de 0,85 gr cm-3) que incorpora fácilmente altos contenidos de materia orgánica (zona verde en el mapa de la Imagen 1). El manto de ceniza se dispone de manera casi continua sobre el paisaje pre existente (Imagen 4), existiendo una relación directa entre la profundidad del suelo y los mejores sitios. A mayor profundidad del suelo aumenta el agua disponible para ser utilizada por los árboles durante el verano y mejora el crecimiento del bosque. Son lugares en donde crecen principalmente especies como lenga, ñire, coihue, raulí y roble pellín.
Imagen 4. Suelo volcánico (los 3 horizontes superiores de colores pardos amarillentos) desarrollado sobre depósitos post glaciarios.
La ceniza también cubre el paisaje en los lugares más secos, donde el límite del bosque (principalmente ciprés de la cordillera) deja lugar a la extensa estepa patagónica (zona roja en el mapa de la Imagen 1). En estos lugares de transición la ceniza está distribuida de manera discontinua y es menos porosa, aunque sigue cumpliendo su rol de esponja, pudiendo almacenar el agua invernal.
En estos suelos, desarrollados bajo 300 – 500 mm de precipitación, se pueden implantar, realizando una selección de los sitios, bosques con especies introducidas (principalmente pino ponderosa) (Imagen 5).
Imagen 5. Paisaje de estepa con suelos volcánicos, en donde la implantación de especies introducidas puede complementar la tradicional actividad ganadera.
Son lugares en donde los árboles logran crecer, en suelos deteriorados por el mal uso del hombre, al obtener agua de mayores profundidades que la vegetación herbácea empobrecida. Existen unas 800.000 hectáreas disponibles de estas tierras con aptitud forestal en Patagonia, en donde el uso actual asociado a la ganadería extensiva, muchas veces provoca procesos erosivos que son muy difíciles de revertir.
Por otro lado, la forestación puede complementar la tradicional actividad ganadera diversificando la producción y mejorando aspectos ambientales.
En esta franja de la estepa, cercana al límite con el bosque nativo, el mismo Estado fomenta desde hace muchos años el cambio parcial del uso del suelo. Con diferentes facilidades trata de generar cuencas forestales que den respuesta a requerimientos socio económicos ambientales complejos.
Si bien existe un cuestionamiento a esta práctica por parte de la sociedad, fundamentado principalmente por interrogantes ambientales, también se comprueban múltiples beneficios. Es en este punto y en un escenario de incertidumbre climática, donde se podría abrir una nueva paradoja: ¿el bosque implantado con especies introducidas puede facilitar el establecimiento y ampliar la cobertura del bosque nativo sobre lugares deteriorados? Tema que abordaremos en una próxima entrega.
Este artículo forma parte del espacio mensual de la REDFOR.ar en ArgentinaForestal.com, que busca divulgar y generar debate sobre la problemática forestal del país. Las opiniones pertenecen a los autores.