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Reflexiones críticas sobre la biodiversidad como indicador ambiental en sistemas forestales

“La biodiversidad no es una cifra mágica, debemos considerar contexto, flujos, causas y tiempo. El monitoreo de sistemas forestales debería enfocarse en resiliencia y funcionalidad de la unidad de manejo forestal. Si se logra el manejo forestal responsable, la biodiversidad tendrá un contexto funcional favorable, con implicancias ecosistémicas”, sostiene en su artículo el Dr. Juan José Neiff, investigador del Centro de Ecología Aplicada (CECOAL- Corrientes) del CONICET.

 

CORRIENTES (Mayo 2025).- Antes de tomar en serio el tema de la biodiversidad y comenzar a pensar en indicadores, es oportuno reflexionar sobre cómo se ha construido y utilizado este concepto a lo largo del tiempo, particularmente en contextos forestales.

En época de los pioneros de la ecología moderna las cosas estaban más claras que ahora, se hablaba de riqueza específica como número de especies que alguien encontró en una parcela o territorio y, cuando se quería saber la «importancia» de cada una se hablaba de diversidad específica, siendo ésta una relación matemática entre el número de especies encontradas en aquel sitio y la cantidad (número, biomasa) de cada una de ellas.

Si bien ambas son paramétricas, riqueza sólo define «calidad» y, muy indirectamente, cualidad. En tanto, la diversidad específica puede usarse como indicador de organización, complejidad e incluso equitatividad.

Posteriormente, la creatividad de algunos investigadores llevó a presentar la diversidad específica como indicador de estabilidad, de estado sucesional o trófico de un sistema, entre otras interpretaciones que, si bien fueron bien recibidas en su momento, respondían más a las modas científicas que a una base conceptual y empírica sólida.

En 1967, la teoría biogeográfica de islas de MacArthur y Wilson explicó las causas de la diversidad específica y su relación con la distribución espacial. Esta teoría modificó el paradigma según el cual la diversidad específica sostiene la estabilidad de los ecosistemas.

Pero fue Wilson quien en un congreso acuñó el término Biodiversidad, que se anidó rápidamente en el mundo de los científicos y creció su utilización en forma exponencial  Izsak y Pap y, a partir de allí se complicó el escenario ecológico, porque comenzó a llamarse biodiversidad a cualquier conjunto de cosas vivas, aunque no fueran especies

En paralelo, las grandes agencias financiadoras de proyectos de desarrollo comenzaron a utilizar la biodiversidad como parámetro para medir la salud de los ecosistemas y como soporte del desarrollo sustentable.

  • Escala temporal: ¿qué tan permanente es lo que observamos?

Muchos estudios sobre biodiversidad están realizados percibiendo una escala temporal limitada, donde lo que se observa hoy se considera representativo del sistema. Sin embargo, para interpretar correctamente la biodiversidad, es esencial considerar la historia ecológica del sitio y la tasa de renovación.

Por ejemplo, las especies en llanuras responden a ciclos de inundación y sequía que ocurren cada varios años, o décadas. Evaluar efectos de manejo sin considerar estas dinámicas puede llevar a errores graves. Se necesitan series de tiempo que abarquen ciclos climáticos extremos y conocer la fenología de las especies para interpretar la diversidad con fundamento.

De hecho, para decir que determinada especie ha sido segregada como efecto de una práctica de manejo o una obra, la evaluación debería estar sustentada en una escala de tiempo adecuada a la variabilidad que naturalmente tiene la misma en una serie de tiempo que cubra, al menos, los ciclos climáticos extremos plurianuales (Ej. de sequías y anegamientos en las llanuras).

  • Escala espacial: ¿dónde estamos midiendo?

El tamaño del área de estudio y su representatividad son factores fundamentales. No se puede usar el mismo enfoque para estudiar hormigas que para grandes mamíferos.

En humedales, la biodiversidad varía dramáticamente entre épocas de seca y de anegamiento. Medir en uno u otro momento sin considerar esta variabilidad puede distorsionar completamente los resultados.

  • Flujos ecológicos: verticales y horizontales

Los ecosistemas se estructuran en función de los flujos de materia e información. Algunos son dominados por flujos verticales (como los lagos patagónicos o la selva atlántica de Misiones), donde la biodiversidad refleja condiciones locales.

Figura1.  Tipos de flujos de materiales e información

Otros, como los grandes ríos, funcionan con flujos horizontales, y lo que ocurre en un tramo depende de eventos ocurridos aguas arriba. Los métodos de evaluación de biodiversidad deben adaptarse a estas diferencias fundamentales y valorar la tasa de renovación de las especies.

  • Causas ambientales de la biodiversidad

No basta con contar especies: es imprescindible preguntarse por qué están allí. El agua, la temperatura, la radiación solar, la estructura del suelo y la dinámica de la hojarasca son algunos factores clave que moldean la biodiversidad. En sistemas forestales implantados, estas variables pueden alterarse profundamente, y por ende, también las comunidades biológicas que los habitan.

  •   ¿Es la biodiversidad un buen indicador de estabilidad?

En principio, no. Al forestar un sitio, se elimina deliberadamente la diversidad original, al igual que en variadas formas de agricultura. El objetivo principal es la producción, no la conservación. Comparar la biodiversidad entre un rodal implantado y un ecosistema natural no tiene sentido desde una perspectiva funcional.

La pregunta correcta es si el sistema forestal puede permitir en alguna medida la recuperación de las especies nativas a partir del banco de información remanente en el sitio.

Hacia una silvicultura más amigable con la diversidad

A pesar de las limitaciones, existen caminos para mejorar. En Corrientes, algunas experiencias combinan yerba mate, pastos, pinos, kiri, toona y otras especies, generando parches heterogéneos y corredores biológicos en sistemas de policultivos.

En otras parcelas se pueden consociar árboles con plantas aromáticas y otras formas de producción. Hay más de cuatro décadas generando y ensayando distintas opciones. Se pueden generar formas de producción en parcelas adyacentes, procurando dejar corredores de vegetación nativa que unan las AAVC, áreas de alto valor de conservación  uniendo remanentes de ecosistemas en distintas razones sociales.

La plantación de árboles frutales a la vera de los caminos internos y la plantación de árboles nativos son sólo algunas de las medidas que se pueden implementar para favorecer la diversidad funcional.

Recomendaciones como proteger los remanentes de ecosistemas nativos, seleccionar correctamente la especie mejor adaptada en cada sitio, evitar grandes monocultivos coetáneos, diversificar especies y edades, incorporar nativos y analizar flujos ecológicos pueden generar paisajes forestales más resilientes y funcionales.

La “sucesión” dentro de las forestaciones

Las especies forestales cultivadas en Corrientes tienen apenas unos cincuenta años y en Misiones no superan por mucho los cien años. En ese breve escenario ecológico es imposible encontrar un elenco biodiverso como aquel donde se originaron los pinares unos  120 mil años atrás en el Cretácico. Los rodales implantados atraviesan fases sucesionales, desde el control inicial de malezas, hasta la apertura de copas, podas y raleos. Cada etapa modifica la luz, la hojarasca y los nichos disponibles (figura 2).

A la vez que progresa el tamaño de los árboles decrece la densidad, lo que favorece la colonización de especies en el sotobosque. Sin embargo, el  progreso  de las forestaciones conlleva  el aumento del espesor de hojarasca en el suelo, lo que dificulta la germinación de nuevas plantas (figura 2). Entonces, queda por avanzar  en la incorporación de la hojarasca al suelo, lo que representa ventajas para la  revegetación del sotobosque.

Figura 2. Etapas de las forestaciones implantadas

Conclusión

La biodiversidad, como indicador, requiere una reinterpretación profunda cuando se trata de sistemas productivos forestales. Es importante definir qué acepción damos al término “diversidad” y con qué intención lo usamos. Gaston (1996) revisó varias definiciones y concluyó que “el concepto es una expresión abstracta de todos los aspectos de la variedad de la vida”.

Sería deseable que las organizaciones ambientales internacionales —tanto las que establecen directrices para la conservación de la naturaleza como las que certifican la producción forestal responsable— dejen de considerar a la “biodiversidad” como el único indicador incuestionable de la estabilidad de los ecosistemas.

En su lugar, deberían prestar mayor atención a las causas de la heterogeneidad del paisaje, a la amplitud de los nichos ecológicos y, especialmente, a la tolerancia de las especies frente a condiciones ambientales críticas como sequías o anegamientos.

También resulta clave evaluar la capacidad de recuperación de cada paisaje tras eventos extraordinarios o ante los disturbios derivados del manejo forestal.

Una simple lista de especies, junto con su grado de amenaza, aporta información limitada y con frecuencia subjetiva. Este tipo de indicadores puede inducir a errores si no se complementa con un análisis riguroso de las causas y de la dinámica espacio-temporal de la diversidad.

La biodiversidad no es una cifra mágica, debemos considerar contexto, flujos, causas y tiempo.El monitoreo de sistemas forestales debería enfocarse en resiliencia y funcionalidad de la unidad de manejo forestal. Si se logra el manejo forestal responsable, la biodiversidad tendrá un contexto funcional favorable , con implicancias ecosistémicas como el que se trata de resumir en el grafico:

Figura 3. Manejo forestal con implicancias ecosistémicas.

 

 

(*) Autor: Dr. Juan José Neiff 

CECOAL  (CONICET – UNNE)

Correo electrónico: jj@neiff.ar

 

 

Este artículo forma parte del espacio mensual de la REDFOR.ar, en ArgentinaForestal.com, que busca divulgar y generar debate sobre la problemática forestal del país. Las opiniones pertenecen a los autores.

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