Es relevante reflexionar sobre el valor concreto del conocimiento científico, integrando saberes de disciplinas como la fitopatología, entomología y meteorología, para abordar la protección de cultivos y sanidad forestal, la recalcan en un artículo del Programa de Protección Vegetal del INTA publicado en la RAI (Revista de Investigaciones Agropecuarias) en el marco del Día Internacional de la Sanidad Vegetal.
BUENOS AIRES (12/5/2025).- “La sanidad vegetal es la base de la seguridad alimentaria y está interconectada con la salud humana, animal y ambiental. Las plantas sanas proporcionan mayor rendimiento y dietas ricas en nutrientes para humanos y animales y ayudan a promover un ecosistema equilibrado”. Con esta declaración, la FAO renueva la celebración del Día Internacional de la Sanidad Vegetal (12 de mayo) por la enorme relevancia para el bienestar de la humanidad, con la producción agropecuaria como uno de sus ejes centrales.
Una gran diversidad de factores limita y pone en riesgo los recursos vegetales, afectando la provisión de alimentos o debilitando las economías de los países productores. Según la FAO, las plagas agrícolas son cualquier especie, raza o biotipo vegetal o animal, o agente patógeno dañino para las plantas o productos vegetales.
Estimaciones recientes señalan que globalmente las plagas agrícolas pueden provocar más de 30% de pérdidas, con una tendencia creciente por efectos del cambio climático.
Por otra parte, diversos factores abióticos, como las sequías o los choques térmicos, también pueden provocar pérdidas productivas y económicas. Estas amenazas han planteado desafíos desde que el hombre empezó a cultivar.
Desde principios del siglo pasado, las sociedades organizadas se apoyan en sus sistemas de Ciencia y Tecnología para hacer frente a esas amenazas. El INTA acredita una extensa trayectoria en generación de tecnología para contribuir a la sanidad vegetal.
Entre muchos ejemplos destacables, cabe señalar la obtención de variedades tolerantes a plagas y a estrés abiótico, modelos predictivos de enfermedades y de emergencia de malezas, control biológico con artrópodos predadores y parasitoides, desarrollo de bioinsumos con diversos efectos benéficos, diagnóstico de enfermedades de cultivos, evaluación y validación de herramientas para protocolos de exportación, conocimiento y tecnología para la vigilancia fitosanitaria ante amenazas cuarentenarias, protocolos para producción de cultivos hortícolas y frutales libres de patógenos, estudios genéticos y moleculares que habilitan desarrollos biotecnológicos de avanzada y diseño e implementación de redes de monitoreo y protocolos para la toma de decisiones de manejo.
Articulando acciones con otros organismos del sistema de Ciencia y Tecnología del país, especialmente CONICET, Universidades, SENASA, así como con el sector privado, el INTA valida, adapta, mejora y canaliza su aporte para solucionar los problemas de sanidad vegetal.
Estos conocimientos y productos tecnológicos, junto a los que generan otras instituciones y entidades, constituyen un capital que la sociedad construye sobre la base de un sistema integral de Ciencia y Tecnología, y en el cual deposita confianza y expectativas.
La confianza descansa en la solidez de la producción científica argentina y las expectativas surgen de la aspiración a un mayor desarrollo contemplando las dimensiones social, económica y ambiental.
No obstante, especialmente en coyunturas apremiantes, pueden surgir dilemas respecto a las prioridades de inversión del Estado. Las mejores decisiones se toman cuando se dispone de la información más completa.
El aporte concreto del conocimiento científico al desarrollo y al bienestar de las sociedades no siempre es evidentes.
Especialmente cuando el horizonte de amenazas, conflictos o impactos fitosanitarios ya sea por el resurgimiento de plagas, el colapso de un paquete tecnológico o invasiones biológicas, es lejano o difuso, se tiende a subvalorar la inversión en CyT en esa dirección.
El ejemplo mundialmente emblemático del valor de la inversión oportuna y estratégica en generación de capacidades técnico-científicas, es el de la langosta del desierto, dando origen al famoso lema “Un dólar invertido hoy permite ahorrar 1000 en el futuro”.
Hoy es relevante reflexionar sobre el valor concreto del conocimiento científico. Un claro ejemplo es la reciente epifitia de achaparramiento del maíz, cuya gestión se apoyó en décadas de cooperación entre INTA, CONICET y universidades, integrando saberes de disciplinas como la fitopatología, entomología y meteorología.
También la apertura de mercados internacionales, como el acceso de cítricos argentinos a Europa, ha sido posible gracias a protocolos nacionales para el manejo de la cancrosis.
A su vez, el desarrollo del “MRCV-nanokit”, basado en nanoanticuerpos para detectar el Mal de Río Cuarto en maíz, único en el mundo, evidencia el potencial de la investigación básica articulada con la innovación tecnológica.
Finalmente, el vínculo permanente entre ciencia y territorio, mediante el trabajo directo con productores y la extensión rural, consolida el aporte de las instituciones de CyT a la competitividad, la sustentabilidad y el desarrollo del sector agropecuario.
Ejemplos como estos abundan en la paleta de logros del INTA, frecuentemente en articulación con otros actores. Y he ahí otro gran activo institucional: la disposición y la capacidad para protagonizar espacios interinstitucionales en el co-desarrollo de soluciones a los problemas de sanidad vegetal.
Este sistema de CyT, se sostiene por la inversión en los organismos que velan por una soberanía científica y tecnológica.
Las coyunturas críticas restringen el relieve de criterios para tomar decisiones en políticas públicas de CyT.
Sin embargo, es oportuno señalar que hoy, gracias a la inversión en CyT del pasado, ese sistema tiene la diversidad de capacidades científicas y técnicas necesarias para dar respuesta a los desafíos actuales y futuros en materia de sanidad vegetal.
Aun en tiempos de crisis, la mirada estratégica debe prevalecer para fortalecer el rol del conocimiento y la innovación. El Día Internacional de la Sanidad Vegetal nos invita a reflexionar en este sentido.