Por Mario Elizondo (*)
Argentina (Junio de 2022).- En sus “Reflexiones sobre el Día Mundial del Ambiente 2022, en la columna mensual, Alejandro D. Brown, presidente de Fundación ProYungas”, parafraseando a partir de literatura de ficción, nos advierte de la importancia de contar con buena información sobre las causas y por lo tanto poder así advertir, estimo, las consecuencias posibles del tan mentado cambio climático y atrocidades que los humanos infligimos al ambiente.
Todo indica, y lo vemos a diario, que en el mundo hay organizaciones científicas financiadas por los gobiernos, que estudian, analizan y evalúan las causas y consecuencias de lo que nos espera si continuamos acelerando las acciones que impactan negativamente sobre el ambiente.
No creo que nadie dude de que esto ya ocurre. Hay variada y abundante información sobre el peligro de disminución de la biodiversidad, del calentamiento global, de la destrucción de suelos fértiles, de la contaminación con efluentes; plásticos, pesticidas, derrames de petróleo, fugas de radioactividad.
En fin, no vale la pena enunciar toda la temática de los impactos que el humano produce sobre el ambiente y sobre la que se informa profusamente, a veces bien y otras no tanto. Pero la nota, parece dudar de que se esté produciendo información de calidad y en cantidad y el riesgo que ello implica …si continuamos por este camino.
Por ello es que considero que estaría en un error el presidente de Proyungas. La naturaleza, según mi punto de vista, no da “señales sorpresivas”; antes bien es la ciencia humana quién nos advierte, y con mucha anticipación, de los peligros y acechanzas de un comportamiento suicida de la humanidad en su conjunto.
No hace falta recurrir a las sensaciones de una anciana de ficción, en un pueblo de ficción para introducirnos en una temática que ya es vox populi y habiendo ciencia detrás de ella.
Si creo que, lo que falta, es la decisión de la dirigencia política, sobre que es hora de tomar decisiones drásticas relativas al significado del desarrollo, el crecimiento económico e iniciar acciones que cambien el rumbo suicida que de persistir, nos acerca a un punto de no retorno.
Me pregunto, ¿a qué público va dirigido las reflexiones del presidente de ProYungas?, pues si fuese literatura infantil, tal vez tenga algún sentido, entre gente grande, “al pan, pan y al vino, vino”.
Pero lo que más me llamó la atención, es el párrafo con el que va cerrando la nota.
“Es por eso que nuestro mensaje para este “Día Mundial del Ambiente 2022” es el de que nos mantengamos informados, pero también esperanzados que seremos capaces de enfrenar los futuros desafíos ambientales como lo hemos hecho, como humanidad, durante los últimos cientos de miles de años.” (sic)
Estoy de acuerdo en que “la esperanza es lo último que se pierde”. Pero he remarcado resaltando en negrita, las dos últimas líneas del párrafo, pues allí si considero que vale la pena aclarar conceptos para algún lector distraído por un texto, a mi juicio, poco relevante sobre la cuestión ambiental que pretende abordar.
¿Es admisible que se diga que cómo humanidad hemos enfrentado conscientes, desafíos ambientales durante los últimos cientos de miles de años?.
Digo…pues si son “los últimos cientos de miles de años” puedo suponer que se refiere al menos a 200.000 años ha …y me llama la atención tan temeraria afirmación pues hace 200.000 años, se estima, aparecía el Homo sapiens en África y probablemente durante unos miles de años más haya estado más preocupado por conseguir alimentarse, defenderse de las acechanzas de una naturaleza de la que él era parte indiferenciada, sin percatarse de lo que hacía.
La Naturaleza siempre nos puso delante facilidades, dificultades, amenazas y acechanzas. Y aquel Homo sapiens no tenía lenguaje para expresarse, no podía hacer abstracciones simples, tal vez ninguna. Y si, era, mucho más semejante a un animal como cualquier otro de los que habitaban la tierra, con algunas ventajas que aún tenía que mostrar, que le permitieron evolucionar como a ninguna otra especie.
El pulgar oponible, un cerebro más desarrollado y otras diferencias que al acentuarse en miles de años de evolución, lo llevaron a diferenciarse de aquellos, es decir a dejar de ser animal.Dejando cada vez más de coincidir su “ser” con el mundo natural.
Yuval Noah Harari nos informa en su libro “De animales a Dioses”, en una línea de tiempo que:
· Se estima que hace 300.000 años el uso del fuego era cotidiano
· 200.000 años aparición del Homo sapiens
· 70.000 años La revolución cognitiva. Aparición del lenguaje ficticio
· 12.000 años la revolución agrícola. Domesticación de plantas y animales
Y remata con un párrafo en el que afirma: “Lo más importante que hay que saber acerca de los humanos prehistóricos es que eran animales insignificantes que no ejercían más impactosobre su ambiente que los gorilas, las luciérnagas o las medusas”.
Es por ello que me parece que adjudicarnos cientos de miles de años de habernos enfrentado como humanidad y conscientes, con los problemas ambientales, es una afirmación trasnochada.
Y en el hipotético caso de que hayamos enfrentado durante 200 milenios los desafíos ambientales, no nos ha ido muy bien en esa línea hipotética…y no hay evidencias de que nos esté yendo bien hoy…y por lo tanto, ni siquiera podemos creer que nos irá bien por el simple hecho de enfrentarlos, como sugiere la nota “con información de calidad”.
El final tal como queda planteado, parece resumirlo a un problema bifronte de fe religiosa: el cielo o el infierno. Contra la fe, no hay antídoto.
(*) Ingeniero Forestal. . Consultor Independiente