Proyecto de la Unesp (Universidad Estadual Paulista) en Mato Grosso pretende, por un lado, mitigar conflictos entre grandes felinos y agricultores. Y por otro, el veterinario quiere demostrar que los animales pueden beneficiar a los humanos sirviendo como bioindicadores de la presencia de enfermedades y promoviendo el ecoturismo en la región.
Fuente: Diario Unesp. Crédito de la foto: Paul Raad.
BRASIL (31/3/2025).- El mayor carnívoro de América y el tercero del mundo, sólo detrás del tigre y el león, el jaguar o yaguareté, es un símbolo de la fauna brasileña y una especie en peligro de extinción de la ecorregión del Bosque Atlántico como también se puede encontrar en la exuberante Selva Amazónica como en paisajes más desolados, como la Caatinga y el Cerrado.
Sin embargo, es en el Pantanal, el mayor bioma inundable del mundo, donde un estudio realizado por la Universidad Estadual Paulista (Unesp) está arrojando nueva luz y ayudando a facilitar la coexistencia entre los humanos y el jaguar o yaguareté.
Una de las fortalezas de la especie es su gran capacidad de adaptación. Sin embargo, sus recursos están siendo puestos a prueba por la acción humana, que transforma cada vez más el paisaje del Pantanal al promover la destrucción del hábitat y reducir las poblaciones de sus presas naturales. “Todo esto aumenta los conflictos entre estos animales y los agricultores y productores rurales”, dice Ricardo Boulhosa, presidente de la ONG Instituto Pró-Carnívoros, que monitorea a estos felinos desde hace más de treinta años.
Estos conflictos enfrentan a los jaguares, que atacan al ganado en las haciendas del Pantanal en busca de nuevas fuentes de alimento, contra los productores rurales, que utilizan armas de fuego siempre que es necesario para defender sus rebaños.
Monitoreando esta difícil coexistencia están investigadores y ambientalistas interesados en asegurar la continuidad de la especie, actualmente clasificada como casi amenazada.
El descubrimiento de Spirometra spp.
Entre las diversas acciones en marcha en el país, un estudio identificó, por primera vez en animales que habitan la región, la presencia del parásito Spirometra spp., capaz de contaminar al ser humano.
El parásito fue encontrado a través del análisis de laboratorio de muestras fecales de jaguares recolectadas entre 2022 y 2024 en la región de la Hacienda Piuval, cerca de la ciudad de Poconé, en Mato Grosso.
En esta zona, que abarca aproximadamente siete mil hectáreas, ya se ha registrado la presencia de no menos de 24 jaguares. Se estima que nueve o diez habitan la región. El patógeno fue identificado mediante secuenciación genética, realizada en un laboratorio de la Unesp.
En los jaguares de la Hacienda Piuval fue uno de los resultados de la maestría del médico veterinario Paul Raad, quien cursó el Programa de Posgrado en Animales Salvajes de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Unesp en Botucatu. “La presencia de Spirometra spp. en las heces de los jaguares sugiere que está circulando por el ecosistema de esta región, donde nunca se había encontrado, y puede afectar a otros animales y también a los humanos”, explica Raad.
Además de aportar nueva información sobre las zoonosis y la ecología, los resultados del estudio de Raad refuerzan el concepto de Una Sola Salud, adoptado por el investigador hace casi una década. Este enfoque considera la salud de los seres humanos, los animales y el ecosistema como interconectados y destaca la importancia de considerar todos estos elementos juntos para promover la salud integral.
“Es una forma estratégica de ciencia que promueve la colaboración entre disciplinas para monitorear patógenos y prevenir brotes antes de que se conviertan en un problema de salud pública”, afirma Raad.
Parásito en alta circulación
Los investigadores analizaron un total de 40 muestras de heces de jaguar durante el estudio. “Los resultados indicaron una alta prevalencia del parásito. Alrededor de un tercio de las muestras dieron positivo, lo cual es bastante”, afirma Felipe Fornazari, profesor adjunto del área de zoonosis de la FMVZ y director de la tesis de maestría de Raad.
El parásito identificado puede causar esparganosis, una enfermedad que afecta a los humanos de diversas maneras. La infección se produce cuando una persona ingiere agua contaminada con copépodos infectados (cíclopes y otros pequeños crustáceos de agua dulce) o consume carne poco cocida de huéspedes intermediarios, como anfibios y reptiles.
Las larvas suelen alojarse en el tejido subcutáneo, formando nódulos. En casos más graves, pueden afectar músculos, ojos y sistema nervioso central, causando dolor, inflamación, convulsiones e incluso ceguera. Existe también una forma rara y agresiva, la esparganosis proliferativa, en la que las larvas se multiplican y se diseminan a múltiples órganos.
A diferencia de la teniasis, causada por el género Taenia, en la que los gusanos se desarrollan en el intestino y eliminan los huevos en las heces (lo que puede conducir a la cisticercosis cuando se ingieren huevos de Taenia solium), las larvas de Spirometra continúan migrando a través de los tejidos y no alcanzan la etapa adulta en el cuerpo humano.
El diagnóstico de esparganosis generalmente se realiza mediante pruebas de imagen o mediante extirpación quirúrgica de la larva, con confirmación de laboratorio. La prevención incluye beber agua filtrada o hervida y comer carne bien cocida.
En los animales que actúan como huéspedes definitivos del parásito, el patógeno se desarrolla en sus intestinos y se excreta en las heces, como es el caso del jaguar. Cuando las larvas eclosionan y abandonan los huevos, completan parte de su ciclo en el medio acuático y pueden ser ingeridas por diversos tipos de huéspedes intermediarios.
Los animales que ingieren los huevos o larvas del parásito pueden convertirse en huéspedes intermediarios, como los copépodos (pequeños crustáceos que viven en el agua), los anfibios y los cerdos. Estos huéspedes pueden presentar síntomas variados, dependiendo de la etapa del ciclo de vida en la que se encuentre el parásito.
Aunque no suele afectar significativamente la salud de los jaguares, su presencia es un indicio de la salud del ecosistema y puede advertir de posibles riesgos para la salud humana.
Los cerdos, domésticos o jabalíes, también pueden convertirse en huéspedes definitivos, completando el ciclo del parásito al ser devorados por los jaguares. (Por cierto, es importante recordar que los cerdos salvajes y los jabalíes, que existen en gran número en el Pantanal, son especies invasoras y podrían afectar seriamente la salud de nuestros ecosistemas si los jaguares no los atacaran.)
Reputación mejorada: lograr que el jaguar pase cerca del ganado sin atacarlo
Raad dice que espera que identificar el parásito pueda ayudar a mejorar la reputación de los jaguares. El veterinario y su equipo trabajan para garantizar que esta información tenga un impacto positivo en la forma en que las comunidades locales perciben a estos animales.
“En lugar de ser vistos únicamente como depredadores que causan daños a los agricultores y a los animales, los jaguares pueden considerarse bioindicadores de la presencia de enfermedades”, afirma.
“Es un cambio de narrativa muy importante, porque coloca a los jaguares en una posición de aliados en la salud del ecosistema, funcionando como centinelas que indican la calidad ambiental y la salud pública”, argumenta.
Según Fornazari, en los últimos 10 a 15 años, regiones del Pantanal que no tenían jaguares comenzaron a verlos nuevamente, en parte debido al crecimiento del ecoturismo. “Esto sugiere que, aunque la conservación aún enfrenta desafíos, la valorización económica del jaguar podría contribuir al aumento de esta población”, afirma.
Los ganaderos, especialmente los pequeños productores, a menudo enfrentan pérdidas significativas cuando los jaguares atacan su ganado, como terneros y cerdos. No es una realidad fácil.
“Para muchos, la pérdida de un solo animal puede representar un enorme impacto financiero, lo que genera un sentimiento de hostilidad hacia estos grandes felinos”, señala el empresario pantanal Eduardo Eubank, administrador de la Fazenda Piuval, donde se realizó el estudio.
Consciente de la animosidad hacia los jaguares, el proyecto de investigación de Raad utilizó un enfoque integrado que combinó el monitoreo de la vida silvestre, la educación de las comunidades locales y la implementación de soluciones prácticas. “Empezamos a trabajar en colaboración con Piuval, residentes tradicionales del Pantanal. Esto facilitó el contacto con los terratenientes vecinos de Piuval para buscar soluciones que beneficiaran tanto a los animales como a los ganaderos”, recuerda Raad. Además del apoyo de la UNESP, el investigador trabajó en colaboración con Rafael Hoogesteijn.
La principal estrategia adoptada para proteger al ganado de los ataques del jaguar fue la implementación de cercas eléctricas. “Con un voltaje de aproximadamente 4.000 voltios y descargas intermitentes, hacen que los animales se alejen sin causarles daños permanentes”, explica Raad.
El objetivo es demostrar que la coexistencia pacífica con los jaguares es posible y beneficiosa, tanto para la conservación de la especie como para la salud del ecosistema y las comunidades. Este cambio de percepción es esencial para garantizar la protección de los jaguares y reducir los conflictos con los ganaderos, afirma Raad.
El proceso de implementación de la investigación, que implicó varias visitas a los vecinos de la Fazenda Piuval, terminó desencadenando la creación de un área protegida donde ahora los jaguares pueden ser vistos por los turistas.
“Si bien estas áreas protegidas no existían al inicio de la recolección de muestras, en 2022 la investigación destacó la importancia de conectar diferentes áreas de la región para que los jaguares puedan moverse con libertad y seguridad”, relata el investigador.
Para él, la creación de dichas áreas fue una medida importante para garantizar que los jaguares pudieran moverse libremente entre diferentes zonas, promoviendo la conservación de la especie y minimizando los conflictos con los animales domésticos.
Muchas de las propiedades de la región donde se realiza el estudio de Raad combinan la cría de ganado con el ecoturismo, que actualmente es una fuente importante de ingresos. “En zonas donde hay exclusivamente ganadería, hay menos interés en la conservación de los jaguares”, señala Ricardo Boulhosa, del Instituto Pró-Carnívoros.
El administrador de Fazenda Piuval, Eduardo Eubank, reconoce los beneficios del proyecto de conservación para los ganaderos y propietarios de posadas. Siempre perdíamos entre el 7% y el 10% de nuestro rebaño.
Dado que contamos con alrededor de 2000 cabezas de ganado, esto implicaba una pérdida anual de entre 120 y 130 terneros. En los dos años que acogimos el proyecto de investigación de Paul Raad, observamos una reducción significativa de la depredación.
El sistema que adoptamos incluye cámaras, cercas eléctricas y una maternidad adaptada. Con esto, logramos reducir drásticamente la pérdida de terneros en la propiedad. Hoy en día, tenemos una tasa muy baja de pérdida de terneros y, en la maternidad, hemos eliminado la pérdida de los animales más jóvenes, de hasta 45 días de edad.
La instalación de cámaras y cercas resultó en la impresionante reducción en el número de muertes de ganado mencionadas, de 25 en 2022 a solo tres en 2024. “La idea es que, al ver los resultados positivos en Fazenda Piuval, todas las comunidades y vecinos se sientan motivados a adoptar prácticas similares para mitigar los conflictos con los jaguares”, afirma el empresario.
Él cree que los ganaderos comenzarán a ver el valor de un enfoque centrado en la conservación y planificarán un futuro diferente para su relación con los depredadores. “Queremos demostrar que es posible ganar dinero con un jaguar vivo, pero no con un jaguar muerto”, concluyó.