Miembro del Consejo Foresto-industrial Argentina por AFoA y Country Manager de la empresa Arauco Argentina, el ejecutivo advirtió en una entrevista con El Cronista que localmente hay que generar las condiciones apropiadas con «una macro ordenada y un marco institucional estable, con lo cual las grandes inversiones van a ir llegando como ya se expusieron en Chile, Uruguay o Brasil. Hoy existen en el mundo grandes grupos empresarios viendo en qué país les conviene llevar su capital, pero la historia económica argentina generó una cantidad de sucesos que fueron desgastando la inversión», planteó.
BUENOS AIRES (20/11/2024).- Bajo el titulo “La revancha de la madera: qué oportunidades tiene la Argentina”, el diario económico El Cronista publicó un artículo sobre la gran oportunidad que tiene el sector para su desarrollo en la Argentina y cuáles son las condiciones que deben darse para posicionarse como uno de los grandes jugadores del mundo.
En ese contexto, el presidente de la Asociación Forestal Argentina (AFOA), Pablo Ruival, quien es CEO de Arauco Argentina y miembro del Consejo Foresto-industrial Argentino (CONFIAR), resaltó las condiciones naturales únicas que tiene la foresto-industria del país y las amplias posibilidades de expandirse promoviendo economías regionales, con un impacto positivo en empleos y en divisas de manera inmediata.
El mundo demanda cada vez más estos productos por sus virtudes de ser reciclables, reutilizables o biodegradables, que hoy son centrales en función de la cultura global que se está teniendo, basado en la sostenibilidad.
El sector local tiene zonas de alta productividad forestal que permiten turnos de corta de 9 a 15 años en promedio mientas que en otros países nórdicos puede demandar de 45 años a 70 años como los ejemplos de Canadá o los bosques nórdicos, y suelos aptos que no compiten con la agricultura ni zonas de bosques nativos. Esas condiciones permiten augurar que el aprovechamiento y expansión masiva tarde o temprano debería llegar a estas tierras.
Pero Ruival advirtió nuevamente que localmente hay que generar las condiciones apropiadas con «una macro ordenada y un marco institucional estable, con lo cual las grandes inversiones van a ir llegando como ya se expusieron en Chile, Uruguay o Brasil. Hoy existen en el mundo grandes grupos empresarios viendo en qué país les conviene llevar su capital, pero la historia económica argentina generó una cantidad de sucesos que fueron desgastando la inversión», planteó.
El RIGI como herramienta
En ese escenario, el presidente de AFoA consideró que el nuevo Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) «ayuda a tomar las decisiones y le aporta hasta 2,5 puntos a la tasa de retorno de la evaluación de un proyecto», explicó el directivo. Y justificó la necesidad de instrumentos especiales para un sector que va a exportar toda su producción y es generadora de divisas por excelencia.
«La nacionalidad del capital es un concepto perimido, hoy las inversiones van donde les conviene, pero operar a un tipo de cambio oficial con la amplia brecha de dólar, la imposibilidad de pagar servicios de deuda al exterior o no poder girar dividendos y encima la incertidumbre de normas como la Ley de Tierras, son cuestiones que cambian la visión sobre la inversión», planteó Ruival.
Quizás, el paradigma de esas oportunidades perdidas puede ser representado por la instalación en 2007 en la localidad uruguaya de Fray Bento de una pastera de la empresa finlandesa Botnia, en lugar de hacerlo en la Argentina, lo que desató un conflicto diplomático entre ambos por las protestas de los vecinos de las localidades entrerrianas ribereñas del río ante la posible contaminación ambiental.
El gobierno argentino denunció a Uruguay ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por violación del tratado binacional del Río Uruguay, instancia judicial que en 2010 se zanjó en favor del vecino país y su inversión estimada en unos 1.800 millones de dólares.
«El debate por Botnia le generó mucho daño en el sector al construir una imagen inexacta y contraria a la realidad, y ante aquella ola de desarrollo del sector la Argentina se fue quedando afuera y permitió el liderazgo de la región de Chile o Brasil», recordó el titular de la filial local de la chilena Arauco que acaba de decidir una inversión de 4.600 millones de dólares para la construcción de una planta de celulosa en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul.
El proyecto le permitirá convertirse en el segundo mayor productor mundial de celulosa con casi 9 millones de toneladas, ratificando el valor de la región en esta industria.
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Mercado competitivo
En Misiones se concretó en 1984 la última inversión importante que recibió el país para una planta green field de celulosa y papel, un dato que para la directora ejecutiva de AFOA, Claudia Peirano, retoma para señalar que no se pueden perder más oportunidades en un momento en que «las empresas y las consultoras internacionales están diciendo que la Argentina está de vuelta en su momento y poder insertarse en un mercado global en que uno de los problemas principales es la falta de madera».
Ese contexto se acelera por situaciones como el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos grandes proveedores que están fuera del mercado, o los que atraviesan grandes productores como Estados Unidos, Canadá o los países nórdicos que empezaron a tener restricciones vinculadas a la explotación de sus bosques nativos.
«En el caso de nuestras plantaciones forestales ya se puede hacer una gestión sostenible en provincias como Misiones, Corrientes o Entre Ríos -provincias de la Mesopotamia en donde está hoy el 80 por ciento de las plantaciones forestales con las mayores superficies disponibles-, a un costo que es el más bajo del mundo por su productividad», dijo Peirano, quien señaló que ese desarrollo no puede pensarse sin una gestión de certificación de su sostenibilidad.
Argentina tiene más del 40 por ciento de su superficie con plantaciones certificadas con los sellos FSC y Cerfoar/PEFC, y ambos tienen sus oficinas establecidas en el país lo que permite aspirar a ser proveedor de mercados y empresas más exigentes.
Muchos países de Europa, Japón, Estados Unidos o Australia, requieren que los productos que provienen de bosques puedan demostrar su origen legal, para lo que requieren trazabilidad y cadena de custodia. También las principales empresas que conforman una amplia demanda tienen un compromiso con compras responsables, en los cuales adquieren sólo productos de base forestal certificados por gestión sostenible.
China y otras naciones no son exigentes en productos certificados para consumo interno, pero lo requieren si los utilizan como bien intermedio para luego exportar a aquellos mercados o clientes que sí lo exigen.
Es que en ese contexto, hay un fuerte cambio en el mundo hacia productos carbono neutrales, con soluciones basadas en la naturaleza que brinda soluciones reciclables y renovables. La instalación de biorrefinerías forestales, integrando los sectores de industrialización primaria de la madera a la industria química y biotecnológica, a industrias de conversión de productos intermedios y al sector energético, entre otros, puede ayudar a convertir a regiones básicamente rurales en verdaderos polos de desarrollo industrial sostenible.
«A partir de la madera pueden obtenerse incontables productos y materiales, incluyendo bioproductos químicos, bioplásticos, biotextiles, nanocelulosa, fibra de carbono y nanolignina, que permiten por ejemplo reemplazar muchas prestaciones que hoy brinda el plástico en artículos tan disímiles como una camisa, componentes de un auto o de un satélite», explicó Peirano al reseñar «esa necesidad de plantas más árboles por un valor mucho más amplio que su madera, con plantaciones forestales que permiten un cultivo de alta productividad y la posibilidad de hacer una actividad sostenible muy superior».
Pero la mirada de corto plazo no luce tan auspiciosa. La industria de la transformación mecánica de la madera abarca una amplia cadena de sectores, incluyendo aserraderos, fabricación de muebles, tableros, construcción con madera y carpintería en obra. En la actualidad, todos estos sectores están atravesando «una marcada recesión», aunque la intensidad varía entre ellos con caídas de la producción que alcanzan en algunos casos el 60%. Esta retracción afectó no solo el nivel de utilización de las plantas, sino también la cantidad de turnos trabajados y, en algunos casos, el nivel de empleo. Muchas de las pymes se localizan en pueblos del interior del país, donde son las principales generadoras de empleo local, lo que destaca la importancia de su viabilidad productiva para las economías regionales.
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