Un análisis de Daniel Vier, secretario general de FAIMA y presidente de CADAMDA, en el marco del Día Mundial de la Construcción a celebrarse cada 17 de noviembre., expone que la forma en que construimos nuestras viviendas, escuelas, hospitales y ciudades determinará en gran medida el éxito o el fracaso de la lucha contra el cambio climático. «La madera es un material que redefine la manera de concebir los espacios habitables, desde el diseño hasta el ciclo completo de vida de cada edificio», sostiene el especialista.
BUENOS AIRES (16/11/2025).- Cada 17 de noviembre, el Día Mundial de la Construcción invita a reflexionar sobre el presente y el futuro de una de las actividades más determinantes para el desarrollo humano. Hoy, sin embargo, esa reflexión adquiere una urgencia inédita: el sector de la construcción es responsable de casi el 40% de las emisiones globales de carbono, y la forma en que construimos nuestras viviendas, escuelas, hospitales y ciudades determinará en gran medida el éxito o el fracaso de la lucha contra el cambio climático.
En ese contexto, la madera -material noble, renovable y de baja huella ambiental- dejó de ser una alternativa marginal para convertirse en el corazón de una transformación profunda. No se trata solo de un cambio técnico o estético, sino de un nuevo paradigma constructivo, que redefine la manera de concebir los espacios habitables, desde el diseño hasta el ciclo completo de vida de cada edificio.
El reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Universidad de Yale, titulado “Materiales de construcción y el clima: construyendo un nuevo futuro”, advierte que cada cinco días se edifican en el mundo construcciones equivalentes al tamaño de París.
Este ritmo de urbanización, insostenible bajo los modelos tradicionales basados en cemento y acero, exige adoptar materiales de base biológica —como la madera— capaces de reducir las emisiones hasta un 40% para 2050.

A nivel mundial, la construcción atraviesa una etapa de transición estructural: el desafío ya no es construir más, sino construir mejor. Países de todos los continentes avanzan hacia políticas que promueven la eficiencia energética, la descarbonización de los materiales, la reutilización de edificaciones existentes y la incorporación de tecnologías modulares y prefabricadas. En esa revolución, la madera ocupa un rol protagónico como solución técnica, económica y ambiental.
En Argentina, este cambio también empieza a sentirse. La industria maderera, acompañada por FAIMA y sus 28 cámaras asociadas en todo el país, impulsa una agenda que combina sostenibilidad, innovación y competitividad.
El objetivo no es menor: posicionar a la madera como eje estratégico del desarrollo constructivo nacional, articulando la demanda de viviendas, el aprovechamiento responsable del recurso forestal y la creación de empleo de calidad en todo el territorio.

Transformación global del sector
La transformación que atraviesa hoy la construcción a nivel mundial no tiene precedentes. En apenas una década, el concepto de “edificio sustentable” pasó de ser una aspiración de nicho a convertirse en un estándar técnico y ético que redefine políticas públicas, normativas y cadenas de valor.
El cambio se acelera, además, impulsado por los compromisos asumidos en el Acuerdo de París y por informes internacionales que colocan al sector del entorno construido en el centro de la agenda climática global.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el sector de la edificación y la construcción representa hoy el 37% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y consume más de un tercio de la energía total del planeta.
Frente a este escenario, los organismos internacionales plantean un viraje urgente: abandonar el modelo lineal basado en materiales de alta intensidad energética -cemento, acero y aluminio- y avanzar hacia una economía circular que priorice el uso de materiales renovables, reciclables y de baja huella de carbono, encabezados por la madera.
El informe “Materiales de construcción y el clima: construyendo un nuevo futuro”, elaborado por el PNUMA junto con la Universidad de Yale, propone una estrategia de tres frentes -Evitar, Cambiar, Mejorar- para descarbonizar el sector.
· Evitar: reducir la necesidad de nuevas construcciones mediante la reutilización de edificios existentes y el diseño circular, lo que puede disminuir entre un 50 y 75% las emisiones.
· Cambiar: sustituir materiales convencionales por alternativas de base biológica como madera, bambú o biomasa, que podrían generar ahorros de hasta un 40% en emisiones acumuladas hacia 2050.
· Mejorar: optimizar los procesos productivos del acero, cemento y vidrio que no pueden ser reemplazados, mediante tecnologías de captura y eficiencia energética.

El resultado de esta transición ya es visible. En Europa, proyectos como el Mjøstårnet en Noruega (18 pisos) o el Sara Kulturhus en Suecia (20 pisos) demuestran que la madera puede competir en altura, resistencia y durabilidad con los materiales tradicionales, ofreciendo además beneficios térmicos, acústicos y estéticos superiores.
En Estados Unidos, Japón, Canadá y Australia, la construcción industrializada y modular en madera avanza a un ritmo sostenido, respaldada por políticas públicas, incentivos fiscales y normativas de construcción en altura.
Estos países no solo ven a la madera como un recurso técnico, sino como un vector de política climática y desarrollo territorial: promueve la captura de carbono, potencia la industria forestal local y genera empleos verdes en zonas rurales.
Así, el paradigma global se redefine: construir con madera ya no es una elección estética o “natural”, sino una decisión estratégica para alcanzar las metas de descarbonización y resiliencia urbana.

La evolución argentina: un cambio cultural e industrial
En la última década, Argentina comenzó a recorrer un camino de transformación similar al que ya atraviesan los países más avanzados en materia de construcción sustentable.
Aunque aún existen desafíos estructurales -como la actualización normativa, la capacitación técnica y la disponibilidad de financiamiento verde-, el cambio cultural es innegable.
“El mercado de la construcción con madera en Argentina se encuentra en un proceso de crecimiento sostenido, a pesar de las dificultades que se presentan en el camino”, explica Daniel Vier.
“Comparado con 10 o 20 años atrás, se observa un cambio significativo en la demanda y en la oferta: la madera pasó de ser un material decorativo o rural, a posicionarse como una opción moderna, eficiente y sustentable para obras de cualquier escala”.
Las razones son múltiples. Por un lado, la creciente conciencia ambiental y los compromisos internacionales asumidos por el país impulsan una revisión profunda de las prácticas constructivas.
Por otro, la necesidad de viviendas más eficientes, rápidas y accesibles promueve la adopción de sistemas constructivos como el Platform Frame y los paneles SIP (Structural Insulated Panels), que permiten una ejecución más limpia, predecible y con menos desperdicio.
A esto se suma el rol del sector foresto-industrial, que aporta un insumo local renovable y de bajo impacto ambiental. En regiones como la Mesopotamia y la Patagonia, la cadena de valor de la madera genera miles de empleos directos e indirectos, dinamizando economías regionales y fortaleciendo la oferta de productos nacionales certificados.
Desde FAIMA, la visión es clara: la madera no solo es un material de construcción, sino una herramienta de desarrollo industrial y ambiental. Integrar la producción forestal sostenible con la construcción eficiente abre una oportunidad estratégica para el país.
Permite reducir emisiones, sustituir importaciones, generar empleo de calidad y ampliar la oferta habitacional, en línea con las metas de descarbonización global.
Hoy, cada vez más proyectos residenciales, turísticos y públicos incorporan estructuras y revestimientos de madera. Desde casas en la Patagonia y la Costa Atlántica hasta viviendas sociales en provincias del norte, el cambio se materializa en obras que combinan eficiencia energética, confort térmico y estética contemporánea.
La madera dejó de ser “el futuro de la construcción”: ya es el presente de una industria que decidió evolucionar.

Los desafíos que vienen: política, tecnología y capacitación
El camino hacia una construcción verdaderamente sustentable no depende solo de la elección de materiales. Requiere también de un ecosistema de políticas, innovación y conocimiento capaz de sostener ese cambio en el tiempo.
En Argentina, ese proceso ya está en marcha, aunque aún enfrenta barreras que deben resolverse de manera integral y coordinada.
Uno de los principales desafíos es la actualización normativa. La madera como material estructural todavía enfrenta vacíos o limitaciones en los códigos de edificación de algunas jurisdicciones, lo que restringe su uso masivo.
Avanzar hacia normativas modernas y basadas en evidencia técnica —como las que ya aplican países de referencia— permitirá habilitar construcciones de mayor escala, edificios en altura y sistemas industrializados certificados.
Otro punto clave es la formación profesional. Arquitectos, ingenieros, constructores y técnicos necesitan herramientas actualizadas para diseñar, calcular y ejecutar obras en madera de forma segura y eficiente.
Desde FAIMA, junto a sus cámaras asociadas, se impulsa un trabajo articulado con universidades, institutos técnicos y organismos públicos para fortalecer la capacitación y la transferencia de conocimiento a todos los niveles.
La innovación tecnológica también será determinante. La digitalización de los procesos, el diseño paramétrico, el uso de BIM (Building Information Modeling) y la industrialización de componentes en fábrica son tendencias que ya transforman la forma de construir.
La madera, por su versatilidad, se adapta de manera ideal a estos modelos: permite precisión milimétrica, reducción de desperdicios y control total del ciclo de vida del producto.
Finalmente, el financiamiento verde y los incentivos fiscales jugarán un rol central. En el mundo, los países que más avanzaron en construcción sustentable lo hicieron combinando políticas públicas con marcos de estímulo al sector privado. La adopción de créditos verdes, la certificación de huella de carbono y los estándares ambientales en las compras públicas son herramientas que Argentina puede y debe potenciar.
El desafío, entonces, es construir un nuevo paradigma nacional, donde las políticas, la industria y el conocimiento trabajen juntos para consolidar un modelo constructivo bajo en carbono, inclusivo y competitivo.
Un modelo donde la madera sea reconocida no solo por su belleza o eficiencia, sino por su capacidad de aportar soluciones concretas a las urgencias ambientales y sociales del país.



