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Informe de la WWF 2025: Los incendios forestales están fuera de control a escala global

A dos décadas del trágico incendio de Guadalajara, la organización advierte sobre una intensificación extrema de los siniestros a nivel global y la aparición de «incendios de sexta generación» que superan las capacidades de extinción. El abandono del campo y el cambio climático crean un cóctel explosivo que demanda un cambio de enfoque urgente.

 

ESPAÑA (Agosto 2025).- El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) de España ha publicado recientemente un informe exhaustivo que analiza las lecciones aprendidas en los últimos 20 años en la lucha contra los incendios forestales.

El estudio, presentado al cumplirse dos décadas del trágico incendio de Guadalajara en 2005 donde fallecieron 11 personas, concluye que, si bien la sociedad ha tomado mayor conciencia sobre el peligro que representan estos fenómenos, las medidas adoptadas no han logrado abordar el problema de manera integral.

Según el informe de la WWF, la normativa ha tendido a «parchear» los problemas en lugar de ofrecer una visión holística.

La crisis climática, sumada a los picos de calor, la sequía y el abandono de los montes, ha creado un «cóctel nocivo» que aumenta el potencial destructivo de los incendios. Este escenario ha llevado a la intensificación y peligrosidad de los siniestros a escala global, desbordando en muchos casos la capacidad de los equipos de emergencia.

El documento destaca que, aunque España ha logrado reducir progresivamente el número total de incendios y la superficie quemada, la proporción de incendios que superan las 500 hectáreas sigue en aumento.

Estos son los denominados incendios de «sexta generación», un nuevo tipo de siniestro que, a partir de 2017, ha demostrado ser capaz de modificar las condiciones meteorológicas de su entorno.

Impulsados por una gran acumulación de material vegetal seco, estos incendios son altamente intensos, impredecibles y pueden generar «tormentas de fuego» al formar pirocúmulos —nubes de gases y vapor de agua— que sobrepasan las estrategias de extinción tradicionales.

Ante esta situación alarmante, la WWF hace un llamado urgente a los gobiernos para que impulsen un nuevo modelo. La organización enfatiza la necesidad de priorizar inversiones que promuevan paisajes menos inflamables y de abordar el problema estructural de los incendios, considerando de forma integral los efectos de la crisis climática y la acumulación de combustible.

Soluciones ante el nuevo escenario de incendios extremos

Los incendios extremos son el claro síntoma de una crisis ecológica, climática y territorial. Su futura evolución es una de las mayores incertidumbres en la gestión de riesgos forestales, y dependerá de cómo abordemos colectivamente el uso del territorio, la planificación rural y la emergencia climática. Lo que no está en duda es que, sin medidas estructurales, estos incendios serán cada vez más frecuentes, intensos e incontrolables.

Una sociedad cada vez más alejada del medio natural aumenta el riesgo de incendio

El paisaje es clave para entender el incremento en la proporción de grandes incendios. Un paisaje homogéneo, sin usos y sin gestionar, agrava los incendios. En cambio, un paisaje mosaico ayudaría a mitigar y frenar el fuego en caso de incendio.

En España ha aumentado la superficie forestal un 7 % desde el 2005 hasta el 2024, alcanzando más de 28,4 millones de hectáreas. Sin embargo, este incremento de la superficie forestal no se ha traducido en un aumento de bosques sanos, resistentes y resilientes.

De hecho, según el último informe del Gobierno español sobre el estado de conservación de los hábitats de la red Natura 2000, muestra que los sistemas forestales se encuentran en un declive grave ya que para el periodo 2013- 2018, hasta el 89 % de los bosques se encontraban en estado “Desfavorable”. Además, el 24 % están enormemente estresados y debilitados, claro indicador del deterioro en su capacidad de resiliencia y en su potencial inflamable.

El abandono de los usos agrarios y el descenso de la ganadería extensiva son claves para entender la transformación del paisaje que ha sufrido España en estos últimos 20 años y, que, de continuar así, podría agravarse aún más. En 2019, se estimaba que al menos 2,32 millones de hectáreas estaban abandonadas o sin aprovechamiento agrario.

Para 2030, se proyecta que cerca del 10 % de la superficie agraria podría estar en riesgo alto o muy alto de abandono debido entre otros a la falta de rentabilidad o a la ausencia de relevo generacional. Mientras, hay un preocupante declive de la cabaña ganadera de ovino de casi el 40 % en los últimos 30 años. Y en este mismo periodo, el número de cabras ha descendido alrededor del 30%.

Hacia una estrategia de prevención en la lucha contra los incendios forestales:

Necesitamos reducir la peligrosidad de los incendios mediante la adopción de un marco regulatorio adecuado e integral.

Quedan por abordar retos fundamentales como la falta de ejecución o de coherencia de los planes de prevención autonómicos, la ausencia de priorización de las inversiones, la escasa inversión preventiva en comparación con la extinción, la falta de apoyo a modelos agroforestales resilientes, la necesidad de reforzar la gobernanza rural o el manejo del paisaje como medida estructural.

El Gobierno debe aprobar el Real Decreto (RD), actualmente a julio de 2025 en tramitación, que persigue establecer criterios comunes en los planes anuales de las comunidades autónomas para la prevención, vigilancia y extinción de incendios forestales.

Además, las comunidades autónomas deben adoptar planes anuales integrales de prevención de incendios y medidas de adaptación al cambio climático (con estrategias de prevención y gestión del territorio). Así como establecer una política de fiscalidad verde de “quien contamina paga” y “quien conserva recibe”, y mayor inversión de las administraciones públicas en investigación e innovación.

La única forma de evitar que los grandes incendios sigan devorando comarcas enteras cada verano pasa por gestionar y adaptar el territorio para hacerlo menos inflamable y más resiliente.

Hasta ahora la prevención era entendida como la realización de tratamientos selvícolas puntuales y mantenimiento de pistas, cortafuegos o puntos de agua. Eso es insuficiente. La máxima debe ser crear paisajes para reducir las emergencias. En lugar de combatir las llamas, hay que combatir el abandono rural.

CÓMO SE HA TRANSFORMADO EL PAISAJE

La peligrosidad de los incendios en España se ha intensificado al tiempo que se han abandonado los usos y manejos en el territorio. Un paisaje homogéneo, sin usos y sin gestionar, agrava el régimen de incendios y disminuye los servicios ecosistémicos y la biodiversidad. En sus informes Incendios forestales. Causas y efectos de una ineficaz gestión del territorio, Incendios forestales. Seguimos sin gestión forestal o Paisajes cortafuego. Propuestas para adaptar el territorio ibérico a los grandes incendios, WWF denunciaba cómo el incremento en la proporción de grandes incendios es un claro indicador de que uno de los principales problemas radica en el paisaje.

ES URGENTE DISEÑAR Y GESTIONAR TERRITORIOS INTELIGENTES QUE CONJUGUEN LA RECUPERACIÓN DE UN TEJIDO PRODUCTIVO CON LA PREVENCIÓN DE INCENDIOS, LA CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD Y LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

 

AUMENTO DE LA SUPERFICIE FORESTAL

Entre 2004 y 2025, la superficie forestal total ha crecido en España más de un 7 %, alcanzando más de 28,4 millones de hectáreas.

La superficie arbolada se ha incrementado en un 38 %, en gran medida debido al decrecimiento de la superficie forestal no arbolada, que representa un 24 %. Sin embargo, este incremento de la superficie forestal no se traduce en un aumento de bosques sanos, resistentes y resilientes.

El último informe del Gobierno español a la Comisión Europea (2019) sobre el estado de conservación de los hábitats de la red Natura 2000, muestra que los sistemas forestales se encuentran en un declive grave y continuado en España. Para el periodo 2013-2018, hasta el 89 % de los bosques se encontraban en estado “Desfavorable”. Tan solo el 5 % presenta un estado de conservación favorable.

 

AUMENTO DE BIOMASA FORESTAL

A partir de los años 80 del siglo pasado se aprecia una paulatina caída de la tasa de extracción de maderas y leñas, con el consiguiente incremento de la biomasa disponible. En la actualidad, el crecimiento forestal supera ampliamente a las cortas de madera: se produce tres veces más madera de la que se corta.

La tasa de extracción en nuestros montes (balance entre cortas y crecimiento) se sitúa en torno al 40 %. Se estima que anualmente crecen 45 millones de metros cúbicos de madera o biomasa, mientras que solo se aprovechan 15 millones. Todos los años se van acumulando 30 millones de m3 de material vegetal porque no existe una actividad socioeconómica que justifique su gestión y aprovechamiento, incrementando así la continuidad longitudinal y vertical de los bosques que multiplica el riesgo de propagación.

 

ESCASA GESTIÓN FORESTAL

Al escaso aprovechamiento forestal se le suma la poca ordenación que garantice la preservación del monte y sus servicios ecosistémicos. Si bien entre 2004 y 2022 la superficie forestal bajo algún instrumento de gestión aumentó en más de un 75 %3, esta superficie continúa siendo extremadamente baja. Más del 77 % de los espacios forestales no tienen planes de ordenación, perfecto reflejo de un medio rural abandonado por el sistema económico y político.

Desde que WWF publicó su primer informe en 2024, Incendios forestales. Causas, situación actual y propuestas, ha defendido que los GIF son el síntoma de vulnerabilidad de los sistemas forestales y que la gestión forestal planificada es la principal asignatura pendiente. Un aumento en la gestión forestal sostenible genera beneficios económicos y ambientales, como la producción de madera sostenible, la creación de empleo en el sector forestal y la conservación de la biodiversidad.

 

 MASAS JÓVENES Y POCO DIVERSAS

Gran parte de los paisajes forestales en España son muy jóvenes, se encuentran en etapas muy pioneras y, además de ser poco interesantes desde el punto de vista de la biodiversidad, son especialmente vulnerables a los grandes incendios. Además, destaca su baja diversidad estructural.

En España hay millones de hectáreas monoespecíficas, poco naturales, muy degradadas, con densidades muy altas, que se han quemado muchas veces y que pueden alimentar el siguiente incendio. Concretamente, el 52 % de los sistemas forestales presentan tres o menos de tres especies arbóreas.

Fundamentalmente, son especies autóctonas de pino, como Pinus pinaster o Pinus halepensis, aunque también se introdujeron especies alóctonas como el Pinus radiata y el eucalipto. Estas plantaciones son fruto de la política de repoblaciones de mediados del siglo pasado, la mayoría para evitar procesos de erosión y sin fines productivos, que no tuvieron una posterior gestión forestal.

 

 BOSQUES ALEJADOS DE SU ÓPTIMO ECOLÓGICO: DECAIMIENTO

La defoliación forestal es la pérdida parcial o total de las hojas de los árboles y arbustos, ya sea de forma natural o por factores externos, como plagas, enfermedades, contaminación o sequía. La escasez de precipitaciones acumuladas —consecuencia directa de la crisis climática— puede llevar a una disminución en la producción de semilla y al decaimiento, e incluso mortalidad, de las masas forestales.

La defoliación es uno de los principales indicadores en los sistemas de seguimiento de sanidad forestal, ya que puede señalar un deterioro en la vitalidad del bosque y en su capacidad de resiliencia. Los árboles defoliados son más vulnerables e inflamables y, en los casos más graves, puede producir decaimiento o muerte masiva.

En este sentido, para el conjunto del país el valor de la defoliación media para el periodo 2005-2023 fue de 24,1 % —un 3,3 % superior al de la etapa 1992-2004 (20,8 %)—, indicador del estrés ambiental al que están sometidas las masas forestales (5). Según el análisis de tendencias, las encinas, coscojas y alcornoques registraron el mayor aumento en la defoliación de todas las especies analizadas, de hasta un 7,5 % en los últimos 20 años. En el caso de los pinares mediterráneos, el aumento de la defoliación fue del 3,6 % para el mismo periodo .

En al arbolado dañado en 2023 vuelve a producirse un repunte respecto a la evaluación previa (2022) que lleva a este indicador hasta el 32 % de la muestra en seguimiento, indicador del estrés ambiental. La tasa de mortalidad general en 2023 fue del 1,4 %, levemente por encima de la media para el conjunto de la Red Forestal Europea (0,9 %) y apenas 0,1 punto por debajo de la tolerabilidad estimada (1,5 %). La tónica habitual es que el número de bajas sea apreciablemente mayor en frondosas que en coníferas.

 

ABANDONO DE USOS AGRARIOS

En 2019, se estimaba que al menos 2,32 millones de hectáreas estaban abandonadas o sin aprovechamiento agrario. Para 2030, se proyecta que cerca del 10 % de la superficie agraria podría estar en riesgo alto o muy alto de abandono debido, entre otros, a la falta de rentabilidad o a la ausencia de relevo generacional, lo que supondría unos 2,3 millones de hectáreas adicionales, equivalente a cerca de tres veces el tamaño de la Comunidad de Madrid, con el consiguiente impacto sobre uno de los principales motores de la economía rural, la biodiversidad y el riesgo de incendios.

Entre 2009 y 2020, el número de explotaciones agrícolas disminuyó un 7,6 %, lo que obviamente afecta en mayor medida a las de menor tamaño y extensivas.

 

DECLIVE DE LA GANADERÍA EXTENSIVA

Históricamente, el ganado menor (ovino y caprino) ha estado estrechamente ligado al aprovechamiento de pastos en extensivo. La cabaña ganadera de ovino ha sufrido un descenso muy acusado, de casi el 40 % en los últimos 30 años.

En este mismo periodo, el número de cabras ha descendido alrededor del 30 %. No obstante, la falta de una caracterización adecuada de este sector impide tener información precisa, primer obstáculo para la necesaria reorientación de las ayudas públicas en favor del pastoreo .

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