Un destino cercano a la capital provincial, que reúne pueblos, historia y el paisaje natural que envuelve la cultura tucumana y su gente, que mantiene las tradiciones, invitando a los turistas a conectarse con los bosques, los cerros, sus cultivos como la caña de azúcar y las industrias como las fábricas de papel.
Por Patricia Escobar
@argentinaforest
Fuente y fotos: Gentileza Turismo Tucumán
TUCUMÁN (16/4/2023).- Lules, Concepción, Simoca, Taco Ralo, Cochuna, que exhibe la mayor cumbre de la provincia, con el Clavillo de Los Cerrillos (5.550 msnm) y parte del QhapaqÑan, Patrimonio de la Humanidad.
Un primer contacto con este destino se inicia desde San Miguel de Tucumán, descendiendo por la Ruta Provincial 301, para llegar a la ciudad de San Isidro de Lules, el pueblo que da inicio a un recorrido que une a once localidades.
Lules es el primer lugar donde se cultivó la caña de azúcar en suelo tucumano y su historia está unida a los jesuitas que desarrollaron este cultivo para su propio consumo. En este sitio, además funcionó el primer colegio como institución pública de la Argentina, hoy un Monumento Histórico Nacional.
El crecimiento industrial de esta localidad con fábricas de papel, procesadoras de alimentos, materiales de construcción, textiles, químicas y metalúrgicas, se combina con el desarrollo de cultivos, hortalizas y frutillas jugosas, rojas y enormes.
Desde el centro del pueblo, a tan sólo 2 kilómetros sobre la Ruta Provincial 301, se encuentran las Ruinas de San José de Lules, testimonio de la época de la conquista española. Allí, en 1670, se instaló la orden jesuita con el objetivo de evangelizar a los indios Lules y para esto construyeron viviendas y talleres donde realizar carros de carga, molinos, hornos de ladrillos, trabajos en cuero para confeccionar sandalias, y el templo. Hoy las ruinas, las construcciones y un museo que alberga reliquias, son la cita imperdible para los visitantes.
Su puesta en valor lo califican para integrar la Ruta Internacional Jesuítica, junto con las ruinas de Ibatín, La Cocha y la Iglesia San Francisco.
El Sur también ofrece actividades deportivas y de recreación al aire libre. Poco más de 100 kilómetros hacia el sur de la ciudad Capital se encuentra Juan Bautista Alberdi, sobre la ruta nacional 38. Desde allí, a unos 22 kilómetros hacia el oeste, se accede al embalse Escaba, un espejo de agua enclavado entre la exuberancia del paisaje tucumano y su vegetación incomparable. Con un paredón de 100 metros de altura, la represa alimenta turbinas hidroeléctricas que suministran energía para toda la zona sur de la provincia.
En este maravilloso espejo de agua se realizan diversas actividades deportivas y turísticas, como la pesca de pejerreyes, la navegación en bote o kayak y trekking por sus diversas quebradas y senderos bañados por la Yunga. Finalmente, se pueden disfrutar de distintas cascadas naturales y de un magnífico bosque de arrayanes en el lugar.
Y también en el sur provincial, pero por Ruta Nacional 157, y a unos 60 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se llega a la ciudad de Simoca, capital nacional del Sulky y sede de la Fiesta Nacional de la Feria de Simoca. Allí, todos los sábados, de 9 a 18 horas, funciona la tradicional Feria que convoca a cientos de expositores de la zona, que ofrecen al público local y a turistas, todo tipo de productos bajo la sombra de sus tradicionales ranchos.
Simoca también es cuna de historia y tradición. Desde hace siglos, quizás desde 1600 en adelante, la plaza del pueblo aloja la vida gaucha, el comercio y las fiestas pueblerinas que se mantienen hasta hoy. Plaza de carretas que realizaban trueque de mercancías provenientes de todos los rincones de la provincia y la región, la procesión de sus imágenes religiosas y hasta carreras cuadreras se desarrollaban habitualmente en este lugar.
Olores, sabores y sonidos invaden cada sábado este reducto de historia y tradición, donde también hay lugar para el comercio de artículos esenciales para la vida actual. De hecho, los ranchos de madera, paja y cañizo no alojan una feria artesanal como la que habitualmente un turista se encuentra al visitar el norte del país. En la Feria de Simoca, quizás heredando esa costumbre criolla del trueque para la subsistencia, se consiguen principalmente elementos de uso diario para las faenas agropecuarias y la vida rural.
Villa Batiruana rodeada por la Yunga
Una escala de este recorrido es Villa Batiruana, en el departamento sureño de La Cocha y a 126 kilómetros de la Capital. Su historia, aunque mucho más corta en el tiempo, también tiene el signo de la desolación y la ruina, aunque con un final feliz.
Nació a mediados del siglo pasado como campamento para los trabajadores que construyeron el embalse Escaba y su complejo hidroeléctrico. Unas cuantas edificaciones que albergaron el descanso de un centenar de hombres y que a mediados de los ’90 dijeron adiós. Fue durante años un pueblo fantasma, enclavado en plena quebrada cobijada por la Yunga, y bañada por el río Marapa, cuyo viboreante curso une las aguas de los embalse de Escaba y de Río Hondo, en Santiago del Estero.
Desde hace unos años, la maravilla del paisaje de este recóndito lugar volvió a hacer su llamado. Gracias a un proyecto de recuperación, los ojos de muchos se posaron nuevamente sobre Batiruana y se establecieron allí complejos turísticos donde se puede descansar plácidamente al arrullo del río y de la selva; disfrutar de los manjares de la gastronomía tucumana y comprar artesanías y productos regionales.