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Se quema el Iberá

Por Anibal Fernando Parera 

El fuego se ensañó en los esteros del Iberá, el extenso humedal vegetado -con mucha vegetación, eso diferencia, primero que nada, a un “estero” de una “laguna”-, y avanza conforme se sostienen sequía y calores combinados y extraordinarios.
El frente de avance del fuego es múltiple y, salvo situaciones puntuales, es muy difícil de combatir, pese a denodados esfuerzos de las fuerzas vivas, incluyendo bomberos de distintos distritos, fuerzas armadas y privados solidarios.
Por otra parte, el peligro de un combate en condiciones logísticas complicadas por el sustrato y el aislamiento, es grande. De no mediar lluvias copiosas en los próximos días, cosa que no está prevista en los pronósticos, parece probable que los esteros del Iberá, la mayor parte de su millón y pico de hectáreas, ardan prácticamente por completo…
Mantuve una charla con el Director de Parques y Reservas Vicente Fraga, quién trabaja en el cuidado del Iberá desde que la reserva fue creada, hace casi cuarenta años: “Nunca vi nada igual, esto es imparable…”.
Además de las consecuencias ecológicas, que de inmediato revisaré, siendo el sistema del Iberá público-privado y su matriz productiva compleja: arden plantaciones forestales que representan inversiones de largo plazo y muy cuantiosas, muchas de ellas resinosas (pinos) de altísima combustión e instalaciones ganaderas variadas, incluso galpones y viviendas, generando angustia y tensión creciente en la población afectada.
Siempre hablando de Iberá, es imperativo reconocer que muchos lugares, que aún se encuentran distantes del fuego pueden ser alcanzados en los próximos días, y entonces destinar esfuerzos que serían estériles y riesgosos en un frente imparable, a proteger (creando cortafuegos), pasos estratégicos, donde el fuego podría extinguirse, o áreas de valor especial: sectores conocidos de nidificación de aves amenazadas como tordo amarillo, capuchinos, yetapáes de collar; sectores de cría de especies reintroducidas y de altísimo valor, mogotes de bosques nativos, sectores con instalaciones turísticas, ranchadas de mariscadores, etc.
La matriz general no se “pierde para siempre” ni de manera irreparable, como puede leerse en los medios.
Claro que es difícil que el común de la gente entienda, en medio de imágenes de animales muertos o heridos (que los habrá y muchos, como en inundaciones, sequías extremas o erupciones volcánicas), que estos ecosistemas de pastizal/pajonal (incluyendo a los esteros), están adaptados al fuego. Ningún rincón de este tipo de ambiente se quema hoy por primera vez, y que -aun cuando aquí la situación es masiva y descomunal-, el Iberá renacerá y cobrará vigor en un tiempo que sorprenderá a muchos.
En los próximos meses sus plantas rebrotarán con vigor y las poblaciones animales ingresarán a una dinámica de dispersión desde zonas donde el fuego fue menos intenso o no llegó, incluyendo eventos especiales de reproducción “compensatoria”.
En un ambiente como éste, no es blanco/negro (fuego/no fuego)… Hay muchas zonas donde el fuego no quema todo. Algo que depende del viento, el rocío matinal, la humedad del sustrato o del aire.
En lo personal, me interesa aportar una cuota de esperanza a quienes ven un apocalipsis. No para claudicar en los esfuerzos, que deben ser masivos y solidarios en la creación de contenciones y restauración de condiciones posteriores, en la ayuda a quienes sufren el impacto más directo.
No apruebo a periodistas que, registrando situaciones de angustia, emplean un discurso generalizador. Ni a políticos que intentan tomar partido de la situación, de un lado y del otro. O sectores que aprovechan para instalar un reclamo sectorial que “ya estaba”, pero cobra la fuerza del fuego.
Debemos aprender como sociedad, prepararnos mejor, ser resilientes y adaptarnos a nuevas condiciones. El cambio climático es un fenómeno global y opera creando desórdenes y picos intensos. Es probable que estemos viviendo parte de esa película. Y es completamente al cuete que nos miremos entre nosotros para ver quién tiene la culpa.
Sepamos que estamos en una parte del planeta que no crea cambio climático, sino que lo contiene (con humedales en conservación y reconstrucción, con ganadería extensiva de campo natural, con turismo ecológico y población rural), y que debería cobrar por ello al mundo “desarrollado”, que es el primer responsable del asunto.
Más que nunca, porque encima de todo, ahora también lo vive en carne propia.
FOTOS: Las imágenes esta vez no son mías, sino de mi amigo Emilio White que, sensibilizado por la situación, se corrió hasta los esteros para aportarnos su mirada gráfica y profesional.

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