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MISIONES (Mayo 2011).- Definición de bosque: comunidad vegetal dominada por árboles. En los bosques implantados, “dominan” los árboles, guste o no, es así. Entonces, por definición técnica, son bosques. Y punto.
Al que quiera hacer una diferenciación con bosques nativos, es fácil, a uno los llama “nativos” y a los otros “implantados”. Y se terminó.
Ya en viejas definiciones de siglos atrás, se habla de “bosque de maderas”, “bosques de chacras” etcétera, para referirse a los implantados o manejados para producir un bien específico.
También es bueno aclarar que dentro de los bosques nativos a nivel mundial, hay formaciones mono específicas.
Hay bosques nativos de todo tipo y de diversas denominaciones según las clasificaciones de distintos autores: lluviosos, secos; o tropicales, subtropicales, templados, fríos; o densos, cerrados, abiertos; o de régimen isohídrico (lluvias parejas), monzónico (lluvias en estación cálida), mediterráneo (lluvias en estación fría); o heterogéneos, homogéneos; o coetáneos, disetáneos, etc.
En los implantados, como todo cultivo regido por leyes económicas, se busca la homogeneidad.
Lo ideal sería cortar el artículo aquí. No da para más. Y dedicarnos a temas importantes. Pero atrás de esta aparente “inocente confusión” sobre los bosques implantados se esconden otros temas de importancia. Veamos.
La “movida” contra los bosques implantados en Latinoamérica alcanzó su máxima virulencia con el tema Botnia, los piqueteros oficialistas de Gualeguaychú, el vergonzoso corte de una ruta y puente internacional por casi 4 años (entre 600 y 900 personas formaban “la asamblea” que violando la Constitución Nacional cortaron esa vía, hoy los cruzan en promedio 6.000 personas por día, lo que demuestra el daño que pueden hacer la irracionalidad de unos pocos), el acto del gobierno en el corsodromo, etc. Pero esa “movida”, fogoneada por los intereses políticos del gobierno argentino de turno, dejó en descubierto que en gran parte era “alimentada” por información tendenciosa difundida desde ONGs, incluso alguna con sede en la República Oriental del Uruguay. Y siempre se repetía (y repite) lo mismo, con algunas leves modificaciones: los cisnes de cuello negro muertos en Arauco; los moluscos de la ría de Pontevedra; que los Eucaliptos iban a transformar a Uruguay en un desierto; que Uruguay veía peligrar su “soberanía alimentaria” (hoy exporta mas carne y trigo que Argentina); que la lluvia ácida iba a carcomer los autos y casas en Gualeguaychú, que el olor de la fabrica iba a impedir realizar los corsos en esa ciudad (este año batieron record de turistas); que los alimentos se iban a contaminar y no podrían ser consumidos, etc, etc. Todo basado en supuestos “informes técnicos” difundidos por dichas ONGS.
En la actualidad está comprobado que, en gran parte, eran mentiras o tergiversaciones, pero en su momento esa campaña de difamación logró decenas de miles de fanáticos en Gualeguaychú y el apoyo de millones de argentinos.
El artículo que publica Argentina Forestal.com titulado “Los mono cultivos forestales no son bosques” repite algo ya repetido (valga la redundancia) innumerables veces desde años atrás. Pueden encontrar el mismo artículo en publicaciones de supuestas ONGs de Chile, de Paraguay, de Ecuador, de Colombia, por supuesto de Uruguay, etc.
(NdR: el artículo referido es autoría de Ricardo Natalichio, director de EcoPortal.net)
En el caso de Paraguay alcanza la ridiculez extrema: se “tiran” contra unas 10.000 hectáreas forestadas con eucaliptos como si fueran las culpables del desmonte que sufre ese País, “ignorando” ex profeso las decenas de millones de hectáreas desmontadas para hacer soja, ganadería, etc.
A nuestro criterio, el tema nacería en que los “madereros” del hemisferio norte, en su mayoría basados en la explotación de bosque nativos, (curiosamente, muchos “monoespecíficos”) saben que no pueden competir económicamente contra los cultivos forestales del hemisferio sur. Ven que están perdiendo mercados. Es probable que algún grupo con intereses afectados iniciara y solventara esta campaña anti bosques implantados en América latina. Hay un rumor no comprobado que un sindicato de la industria celulósica de un País europeo “patrocinaba” una activa ONG que difundía esos artículos anti forestales en la campaña “anti Botnia”. Reiteramos “rumor” no verificado.
Nada nuevo, este tipo de “movida” lo vivimos años atrás contra la venta de un reactor nuclear de desarrollo argentino a Australia. El gobierno argentino resistió las presiones, el reactor está funcionando, y todo se terminó. Es muy probable que “alguien” de otro País se sintiera afectado porque perdió la licitación y de alguna forma “promovió” el tema intentando abortar la operación, para quedarse así con el negocio. Habrían sumado pesos para financiar una estudiada campaña tergiversando la realidad, aprovechando la “desinformación” del ciudadano común en esos temas. Y la campaña anti reactor, al igual que la contra Botnia “prendió” en una sociedad sin mayores conocimientos sobre el tema y que recibía información por una sola vía.
Estamos convencidos que con los bosques implantados en Argentina pasa lo mismo, en una sociedad con mentalidad agrícola ganadera, pero con nulos conocimientos en tema forestales, incluso a niveles de decisión política en el ámbito “del campo”, tanto a nivel nacional como provincial, incluyendo curiosamente a Misiones, provincia cuya población vive, posiblemente sin saberlo, en gran parte del sector forestal.
Por eso vayamos al otro tema del artículo. Dice que los datos de la FAO son engañosos pues suman a los bosques implantados como nativos “y no lo son”. Ya dejamos en claro “que si lo son”, vayamos entonces a los números. A la ridiculez de las cifras ya citadas de Paraguay, veamos las Argentinas: Bosques nativos originales: 107.000.000 hectáreas; bosque nativos actuales; 35.000.000 hectáreas, ambas estimadas, error más/menos un 10 % o más aún. Superficie cubierta por bosques implantados: 1.100.000 has. Es evidente que a la estimación de los 107 millones iníciales ó 35 actuales, sumarles o restarles 1 millón de hectáreas de bosques implantados, no tiene efecto, ni siquiera llega al mínimo del error de estimación.
Es como el chiste del centinela en el mangrullo del fortín, el comandante y el malón de 1.003 indios.
Con Brasil, Paraguay, Ecuador, Colombia, etc pasa lo mismo. En Colombia, por ejemplo, se calcula que los bosques implantados cubren una superficie inferior a la de un año de desmonte de la selva nativa, sumado los últimos 50 años. O sea, se preocupan por el 1 % y se “olvidan” del 99 % restante.
Algo similar pasa en Misiones, donde hay una “movida” de culpar de “todos los males” al cultivo de los Pinos, que cubren el 12 % del territorio (pero mueven más del 50 % de la economía), pero la mitad de ellos implantados sobre suelos degradados por anteriores cultivos agrícolas, y “se olvidan” que los desmontes para agricultura, ganadería y otros (y sus consecuentes capueras en muchos casos) cubren una superficie casi 4 veces mayor. Esto es fácil de verificar viendo las imágenes satelitales en Google Earth. Las puede consultar cualquiera en internet. Son contundentes, indiscutibles. La pregunta es entonces ¿por qué se ataca al cultivo forestal?. Creemos haber intentando arrojar algo de luz sobre el tema.