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Erosión: el verdadero problema ambiental

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Escribe Roberto Ipinza, director de INFOR, sobre la erosión de los suelos. «Las razones de este fenómeno son dos. La más importante es la persistente retirada de la actividad productiva de pequeños agricultores de las zonas de secano. En menor medida, también han potenciado este fenómeno los incendios forestales», dice el especialista.

Fuente: Lignum

CHILE (9/5/2005).- Haga una prueba. Pregúntele a una persona cercana cuál es el principal problema medioambiental que enfrenta Chile. Si ha leído la noticias del último tiempo, probablemente señalará, decididamente, la muerte de los cisnes en el Santuario de la Naturaleza de Valdivia. Otro podrá rebatir que, por antigüedad, lo más grave es la capa de smog que cubre Santiago. Frío, frío. Ninguno tiene la antigüedad ni la extensión para alcanzar el pódium del mayor daño o, en términos económicos, el mayor pasivo ambiental. El «ganador» se extiende por 47 millones de hectáreas del territorio nacional – el 60% del total- y tiene más de un siglo de existencia. ¿Ni idea? Aquí va la respuesta correcta: la erosión de los suelos. Las razones de este fenómeno son dos. La más importante es la persistente retirada de la actividad productiva de pequeños agricultores de las zonas de secano. En menor medida, también han potenciado este fenómeno los incendios forestales. Más allá de las razones, lo concreto es que en zonas rurales como Paredones o Pichilemu (ambas en la VI Región), que antes eran importantes zonas productoras de cereales y hortalizas, las dunas y zanjas de 5 a 6 metros de profundidad se han vuelto parte del paisaje. Sin embargo, por ser un problema de «bajo perfil» – lo que significa ausencia de ONG que presionen- no se han debatido ni menos puesto en acción medidas concretas para revertir la erosión. Seguramente alguien dirá: «Pero si la solución es tan simple, basta con plantar un par de árboles donde se necesite». Sin embargo, en los problemas ambientales – y en buena parte de los terrenales- no existen las soluciones mágicas. Pese a ser un apasionado de los bosques, tengo plena conciencia de que el mito de que la mera plantación de árboles revierte la erosión es grave, es falso y sólo es verdad cuando es incipiente. La solución es muchísimo más compleja y requiere tanto de herramientas acertadas como de reorientación de las políticas públicas. En primer lugar, se necesita levantar estructuras sólidas de contención – similares a diques- en lugares donde se presentan zanjas. Esto impide que las aguas lluvias, el principal elemento que horada los suelos en Chile, las sigan abriendo. Una vez logrado eso, ahora sí se puede sembrar y plantar una amplia gama de especies: desde gramíneas hasta árboles, pasando por pasto y arbustos. Eso sí, esta medida es inútil si no va acompañada de técnicas que potencien la población de hongos y bacterias en los suelos, pues son estos microorganismos los que aportan una parte sustantiva de los nutrientes que necesitan los vegetales. Finalmente, pero no menos importante, se requiere de un «up grade» de las políticas públicas. No es posible que, como sucede en la actualidad, las políticas de cuidado de los suelos tengan únicamente criterios agronómicos, tal como sucede en la bonificación de praderas. Esto sucede porque no se considera la existencia de árboles que frenen el daño que produce la lluvia y el viento. Las pruebas más palpables de ese error se encuentran en las áreas de pastoreo de la XI Región y entre los campesinos de la zona centro-sur. En resumen, se requieren políticas públicas que tengan clara la multidimesionalidad de la lucha contra la erosión y un acento en la promoción de modelos agroforestales de gestión productiva. Fuente: Revista del Campo

Fuente: Lignum

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