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Ordenamiento territorial en la Patagonia Andina, ¿en un territorio adolescente?

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Diciembre de 2006

Fuente: Concepto forestal. Boletín de la Secretaría de Agricultura de la Nación

Tal vez el título, con su connotación psicológica suscite alguna sorpresa; pero está en la geografía comparar, reincidiendo sistemáticamente para nutrirse de analogías y metáforas; de no ser así, la complejidad de lo territorial nos dejaría en offside (y con cierta frecuencia lo hace). En distintos encuentros con colegas y estudiantes hemos utilizado la cita que sigue como disparador de debates geográficos:“.. si algún método mental puede servir de receta saludable será el más opuesto al utopismo …el pensar utópico es abandonar la intuición de lo concreto” (Ortega y Gassett, 148). Por supuesto que no será éste un espacio para el debate, pero entendemos oportuna su mención, máxime cuando a un territorio dilemático como el patagónico se le agrega el concepto de ordenamiento territorial, tan controvertible como demandado. Aquí, la cita de Ortega propone destacar el énfasis metodológico de su pensamiento. Aquel que enfrenta al utopismo operativo, al irrealizable de entrada, el que elude las responsabilidades de la acción. Creemos, por supuesto, que lo utópico, provocador en su propia esencia, tiene matices que no debemos evadir, pero será bueno no confundir el hacia dónde se va, con el cómo se logra. El hacia dónde, estará enlazado con rumbos y grandes fines, con acomodar el pensamiento en una cauce de ideales y entonces sí, la utopía se tornará saludable cuando no imprescindible. ¿A qué apunta todo esto? ¿Cuál es la relación con el territorio? Pues bien, simplemente el término ordenamiento implica acción, supone tomar decisiones para ordenar un lugar, una zona o región en base a metas concretas. A zonificar, a promover códigos de usos, a direccionar en parte la gestión política del Planeamiento. Con ello cabe Ordenamiento territorial en la Patagonia Andina, ¿en un territorio ‘adolescente’? ¿se tratará de un ejercicio ingenieril?; … en un espacio dado (continente) esto aquí, aquello allá, con estos materiales, instrumentos y aquel diseño y, por favor, … ¡que funcione y resista! Como es simple imaginar, la cuestión está lejos de ser meramente esquemática. Claro que es cierto que no hay territorio sin ingenierías, pero cuidado, que no se trata de espacios neutros, de aquellos que se rinden ante el punto, la raya, el área y el vector. Aquí nos estaremos refiriendo a un concepto que lleva implícita la apropiación social, sea la que fuera, entendible, eficaz y armónica o lo inverso, pero estará cargado de valoraciones. Es cierto que se pueden (y muchas veces, deben) abstraer los espacios en materia económica, natural, política o cultural; pero inevitablemente seguirán estando lejos de la complejidad dinámica de los territorios. Su importancia irá de la mano de facilitar la comprensión, es decir colaborando con la sociedad en la toma de decisiones. Viene a cuento la afirmación de Octavio Paz en su Posdata “…la ciencia no tiene por objeto juzgar sino comprender…” (1970:128). negrita/En términos generales puede afirmarse que, un territorio está mejor ordenado cuando sus pobladores son sensibles a cualquier intervención estructural sobre el; más o menos felices con sus resultados y hasta con bronca por aquella intervención, pero, … nunca indiferentes . De no ser así, estaremos ante un espacio aún no socialmente apropiado, aquel más propio de los campamentos u obrajes, que de la trascendencia generacional./negrita Habrá que estar alerta, entonces, para eludir tentadores enfoques mecanicistas. Sin duda, los tiempos políticoseconómicos apremian y muchas veces se necesitan figuras espaciales para acompañar decisiones; pero, a no dudarlo, si a ordenamiento nos referimos, el recorrido del análisis será necesariamente largo, complejo y multidisciplinario. De no ser conciente de ello, se puede retomar el carácter negativo de la utopía. En nuestro caso patagónico, desde los tiempos de la colonización el enfoque multi-profesional se ha ocupado de un espacio a secas, un espacio donde, como muestra, la urgencia implantó una geometría espacial que hasta extrapoló a un paisaje de montañas, bosques y lagos, la estancia pampeana, la de las extensiones kilométricas y horizontes planos. Tal vez resulte atrevido clasificar de adolescente a nuestro lugar, como si el mundo entero no estuviera atravesado por tiempos y espacios de incertidumbre (con el ciberespacio como matriz; Buzai, 2003); pero la tríada espacio, sociedad y conflicto, se presenta aquí cotidianamente, en plena instancia de formación traumática. En varias oportunidades destacamos a la Patagonia como un territorio cargado como pocos de reconocimientos externos, tanto en aspectos concretos como simbólicos, desde lo mágico y opulento hasta la postergación y tragedia. Es así que el ejercicio profesional de quien trata con la región tropieza con una dificultad primaria, la de estar ante un espacio ya imaginado, visualizado como una realidad contundente y contradictoria. He aquí el dilema. Y a no dudar que la Patagonia Imaginada es otra realidad, tan real que hay quienes desde la lejanía colocan sus ahorros en lotes en la montaña y cabañas en el bosque, por no mencionar a magnates que encuentran en las tierras del confín su propio paraíso o quienes con sólo escuchar que de ella se especula, se posicionan protectora y patrióticamente. Es por esto que no debe eludirse la existencia de una visión dilemática de la Patagonia y los dilemas se resuelven a través de planteos problemáticos. Las apreciaciones contrapuestas, si son al modo de las tierras de Heidi o las del Lobo, no necesitan de confirmaciones. Así lo entendemos y con la base de un planteo problemático generalizado sobre el que se viene trabajando desde 1999, apuntamos a situaciones comprometidas y conflictos, condicionantes de cualquier proceso de ordenamiento territorial (Bondel, et al. 2006). 1. Carencia de una normativa explícita-efectiva sobre usos del territorio en amplios sectores con singular importancia ecológica (cabeceras de cuencas, humedales, faldeos abruptos, escorrentías, lagos y lagunas). 2. Incertidumbre legal y de comportamiento social y económico respecto del manejo del agua en escorrentías y lagos. 3. Crecimiento poblacional con expansión urbana confusa. 4. Inversión y especulación inmobiliaria orgánica y voluntaria. a) Sobreparcelamiento rural-boscoso. b) Acaparamiento de tierras. 5. Perfil cultural y socioeconómico contradictorio en materia de escenarios territoriales deseados con la consecuente lectura discordante del paisaje Todo esto, cómo obviar que la región ejerce una poderosa atracción que tiende a transformarla en un espacio de consumo casi excluyente. Espacio donde el peso de los aspectos anímico-afectivos se muestran tan o más elocuentes que los económicos. Espacio, también, donde es visible la superposición jurisdiccional y sugerente el diferente “peso” entre organismos y sujetos nacionales, provinciales y municipales… ¿internacionales? Es el turismo la actividad económica y social más pujante, y con ello los contextos de esencia territorial sobresalen a la hora de avanzar en la explicación de los conflictos, recién entonces o, al menos en sincronía con su dilucidación, el ordenamiento encontrará sustento realista. Como puede apreciarse, se está bastante lejos de tener un cuadro de situación claro que permita intervenciones “aseguradas”; aún así existen otros elementos socioculturales que equilibran un tanto la situación. La región, por ejemplo, cuenta con un alto perfil profesional que, en términos relativos, seguramente supera la media nacional y, la población en general, como lo testifican los medios, se halla sumamente motivada con cuestiones territoriales. Desde ya que se tratará de tarea áspera con tanto entrevero, pero así como es necesario no dejarse tentar por el dibujo fácil sobre el mapa, también tenemos la oportunidad de organizarnos en nuestro espacio montañés; la historia enseña que la ocupación positiva del territorio implica superar instancias de mero asentamiento. Ocupar supone el estar y fundamentalmente el quehacer. Valdrá la analogía con la visión de Jean Labasse, quien refiriéndose a las políticas territoriales en grandes espacios mundiales, concluye que, “… La ordenación (del territorio) sólo comienza cuando la intervención organizadora del hombre tiene posibilidades de dejar una huella perdurable o al menos tienda a ello…” (599). Léase huella perdurable con sentido constructivo y no a modo de cicatriz o sutura. Autor : Santiago Bondel Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco Contacto: santiagobondel@gmail.com

Fuente: Concepto forestal. Boletín de la Secretaría de Agricultura de la Nación

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