Conservación & Desarrollo |
El terrateniente norteamericano Douglas Tompkins abrió las puertas de su estancia “Rincón del Socorro”, en Colonia Carlos Pellegrini, en Corrientes. Mostró lo que tiene, lo que hace y lo que quiere hacer en el futuro cercano. No le importa defenderse cuantas veces sean necesarias. Volvió a abogar por el conservacionismo medioambiental a consecuencia de la producción. Con la empresa Verdes Argentina pretende forestar unas 30 mil hectáreas de pinos adquiridos entre Concepción y Chavarría, cerca de los esteros del Batel.
Fuente: Diario la República de Corrientes
CORRIENTES (18/9/2006).- Como en el mito griego que habla de la disputa entre Poseidón y Atenea, cuando el dios del Mar golpeó el suelo con su tridente e hizo brotar una fuente de agua salada, el magnate norteamericano Douglas Tompkins aparece hoy asentado sobre una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo, el Acuífero Guaraní, y dispuesto a manifestar su poderío de un solo golpe. Y no es casual que Tompkins haya recurrido a una ironía para graficar lo que en estos momentos se piensa de él. “Contratamos a un pocero que hizo una perforación al acuífero hasta China; y de noche, cuando se produce la rotación de la Tierra, se transporta el agua a ese país. De esa manera, nos evitamos pagar el traslado del agua y sacarla en botellas”. Palabras más, palabras menos, así ironizó el americano su mote de “dueño del agua” –uno de los tantos que se le adjudican– ante un grupo de periodistas correntino que lo visitó y sobrevoló la zona. En un almuerzo ofrecido en una de las ocho casas de su estancia “Rincón del Socorro”, en Colonia Carlos Pellegrini, graficó su protagonismo no deseado en la coyuntura nacional y provincial por ser el terrateniente que “osó” comprar tierras en la zona de los Esteros del Iberá y el Acuífero Guaraní. Demonizado por un gran sector de la sociedad y cierta prensa, y elevado a la categoría de semidiós por otros más cercanos a él, Tompkins cree que es ya tiempo de dejar de lado disputas y acciones que se le adjudicaron, para poner en la palestra pública el proyecto productivo que encara en una vasta región de Corrientes: la forestación. Y sin ponerlo ahora sobre el tapete de una eventual coyuntura pro papeleras, el magnate trabaja por estos días con una simple y dual consigna: “conservación a consecuencia de la producción”. “El que abre sus puertas para mostrar lo que tiene, es porque no oculta nada”, se preocupó en asegurar uno de sus colaboradores directos, que, en dos camionetas Toyota Hilux, trasladó al grupo de periodistas los 80 kilómetros que separan Mercedes de la estancia. Allí, cierto cuidado por la presencia de la prensa se podía palpar en los alrededor de 26 trabajadores que acompañan al americano y su familia durante su estadía en Corrientes. Es que una parte del año, unos 8 meses aproximadamente, mora en las 5.000 hectáreas que posee en la Región XI de Chile, que le quedaron de las 50.000 que le fueron donadas al entonces gobierno de Ricardo Lagos y que hoy, a modo de “santuario de la humanidad”, conforman el Parque Palmarín, en territorio trasandino. Sin ideología política con la que se pueda identificar o congeniar a través de algún partido exponente, Tompkins confesó sin tapujos: “Ni la ultraderecha ni la extrema derecha, mejor es la izquierda”. Y transcurrió el almuerzo, hablando, entre bocado y bocado, de lo difícil y versátil que representa a veces hacer respetar las normas ambientales, aunque reconoció que siempre las acató y se definió como un “conservacionista”. Tras la comida, el postre y la charla de rigor, vino la “otra parte”, la de la gran presentación del Tompkins “productivo”, cuya faceta nunca salió a la luz por las necesidades más urgentes de tener que salir a defenderse. Mostró el controvertido Paraje Yahaveré y documentó su nula incidencia en el denominado “callejón” para el paso de los pobladores, también el sitio del alambre “equivocado” cortado por el subsecretario de Tierras de la Nación, Luis D’Elía, y, claro está, su proyecto de forestación embanderado tras el nombre de Empresas Verdes Argentina, que apunta a convertirse en mediano plazo en el mayor aserradero de Sudamérica. Donde la conservación es una consecuencia de la forestación Sacándose el traje mediático que lo tuvo en boca de todos, Douglas Tompkins pudo mostrar por primera vez su proyecto productivo que lo trajo a Corrientes: la forestación. Empresas Verdes Argentina es el nombre de la empresa con el pretende deforestar y forestar hoy unas 30 mil hectáreas de pinos adquiridos entre Concepción y Chavarría, cerca de los esteros del Batel. “Donde la conservación es una consecuencia de la forestación” reza el eslogan de presentación en el living, en la Estancia “Rincón del Socorro”, asentada en 1998. “Hay un gran interés por la conservación y también con la producción”, aseguró el norteamericano, que se mostró muy entusiasmado al exhibir su trabajo. Empresas Verdes Argentina, cuyo nacimiento se produce de la adquisición de Pecom Forestal en 2002, cuenta hoy con alrededor de 150 trabajadores y centra su funcionamiento en cuatro estancias: Batel, Iberá, El Tránsito y Añá Cuá. Paralelamente a la actividad forestal que ya se inició con la poda progresiva y raleo de 22 mil pinos, se pone mucho énfasis en el campo ganadero, donde sólo en la estancia Iberá ya se cuenta con 6.500 cabezas de ganado. Todo este proceso lleva de la mano el cuidado del medio ambiente, ya que desde la zona forestada se hará un proceso de traslado de la fauna silvestre hacia la zona del Batel, para luego realizar el proceso inverso hacia el Iberá, cuando la zona sea reforestada. Una verdadera acción conservacionista, a través de la cual se busca “el manejo óptimo, no el máximo”, definió Tompkins, quien no duda en concentrar allí el aserradero más grande de Latinoamérica. El origen de los problemas y un poco de “confusión” “Doug” –“Dag”, según la pronunciación– habló de lo bien que iba todo hasta que se produjo lo que llamó “confusión”. Ante una consulta de La República, respondió: “Todo se produjo a través de la presentación del documento de Ecos, que provocó muchas confusiones en la sociedad y también en la oposición”. Y fue más allá. Acusó de “una tendencia de echar desinformación en la escena, porque ayuda a la posición de la oposición”, llámese, seguramente, Fundación Iberá Patrimonio de los Correntinos, cuyos integrantes son más conocidos como los “banderas verdes”. Fue “una bola de nieve y muy sobredimensionado a pesar de la torpeza como fue presentado y no tuvimos de acuerdo con algunas perspectivas con el plan de manejo de Ecos dentro de la reserva”, aseveró. Sin embargo, adelantó que el Iberá ya está protegido como reserva y si quieren ponerlo como parque, que lo hagan, ya que eliminan todos los problemas que puedan surgir. Grupos metieron la idea de que el valor va a bajar, es una paradoja, porque siempre ocurrió lo contrario”. “Los precios van a bajar si el Estado pone restricciones severas que no fueron contempladas en el modelo que debe haber, que sean iguales dentro y fuera de la reserva”. Al referirse a cómo ve al gobierno provincial en su intención de regular el manejo de las tierras, hasta el momento se mostró satisfecho por el “compromiso verbal” del gobernador Arturo Colombi, y cree que este debate sobre el Iberá “es bueno”, como ocurrió con las papeleras en Gualeguaychú, en defensa del medio ambiente. Pero Tompkins teme por la inseguridad jurídica. Dijo que está convencido de que sus proyectos son buenos, a pesar de los errores, y que se siente “tranquilo”, más allá que de “muchos argentinos” le dijeron que se cuide de la endeble seguridad jurídica del país. “Por el momento, más dolores de cabeza tengo en Argentina” que en Chile, confesó. Pero, cualquiera se preguntará, si hasta altura Tompkins está cansado o no de salir a defenderse. Al respecto, respondió: “Menos defensa y un esfuerzo por enriquecer el debate en cuestiones medioambientales sobre todo; creo que los hechos hablan por sí mismos, estamos transparentes, nos gusta que todos los que quieran ver nuestra actividad, lo hagan. Es parte de nuestra actividad”. Con respecto a una probable ley de expropiación, aseguró que nunca pensó que iba a prosperar: “Son cosas que están fuera de mi control, pero no estaba enfurecido”. Y no dudó en aceptar que la irrupción de Luis D’Elía cortando los alambres realzó su imagen: “Qué le parece”, contestó. “Es importante que todos vean que hay un funcionario público que realiza este tipo hechos poco hacendosos”, definió sobre el incidente D’Elía en la tranquera de la Estancia “El Tránsito”, también de su propiedad. Al ser consultado sobre por qué no denunciaron el avasallamiento dijo: “Prefiero gastar dos pesos en alambre y no 10 mil dólares en un juicio”. El director de la discordia Uno de los tantos cuestionamientos a Tompkins fue la denuncia de un ex director que acusaba al norteamericano de “derrumbar” una escuela de la zona. Se trata de Salvador Atilio Caracho, quien también aparece en un informe del Consejo de Educación presentado por Tompkins y Sofía Heinonen. El documento da cuenta de que el cierre de la escuela fue solicitado por el mismo Zaracho, establecimiento que entonces fue clausurado por el organismo a raíz de la despoblación del lugar. Aclaró Heinonen que se solicitó el retiro de la estructura escolar, cosa que nunca ocurrió, por lo que sí fue sacado parte del edificio que estaba en proceso de derrumbe por la falta de mantenimiento y habitabilidad. Con documentación en mano, aclarado el conflicto que tantos dolores de cabeza les trajo. Sobrevuelo en los esteros: Desde arriba, todo es más claro No todos los días se tiene la posibilidad de volar sobre los Esteros del Iberá, una extensa superficie lacustre que con sus diversas tonalidades logra expresar la majestuosidad de su ecosistema. Y en él, también todo un conflicto coyuntural entre las empresas que compraron un vasto sector de su terreno productivo. Es así como desde el aire se puede observa claramente el “callejón”, un camino liberado para los pobladores del Paraje Yahaveré en el que moran unas 14 familias. Muy cerca, también la tranquera del conflicto cuyos alambres fueran cortados días pasados por Luis D’Elía y que nada tiene que ver con el tradicional lugar de paso hacia el citado paraje, sino que el mismo conduce a una estancia de Tompkins, “El Tránsito”. Sofía Heinonen, la bióloga que trabaja palmo a palmo para el proyecto conservacionista de Tompkins, exhibió documentación en la que oficia un informe de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV) en el que se aclara que “La Ruta Provincial (RP) Nº 6 no ingresa como tal al establecimiento El Tránsito” y que la misma “tampoco llega al Paraje Yahaveré”. Y se aclara en otro punto del informe: “En la DPV no existe trazado alguno de ruta sobre ese acceso –a la estancia– y, más importante aun, que “la DPV no cuenta con antecedentes de servidumbre de paso”. Y ni qué hablar de los diez kilómetros de terraplén construidos por la otra empresa en el meollo de la cuestión, Forestal Andina, ya que sin dudas el metro y medio de ¿defensa? ocasionará problemas al ecosistema de la zona por entorpecer el paso normal del agua por el río Corriente, y que puede terminar con acelerar el proceso de esterización y consecuente pérdida de terreno productivo. negrita/Enfoque: ¿Realidad o fantasía?/negrita Por Daniel Wasmer dwasmer@diariolarepublica.com.ar Extranjerización, concentración de tierras, avasallamiento del derecho de los pueblos, conservación del medio ambiente, ¿Cuál de todas estas categorías calza en el muro de esta realidad para llegar a la verdad final? Todas y ninguna, así de simple y sencillo. Cuesta encontrarle el agujero al mate, y el que lo diga miente porque, lamentablemente, en mayor o menor medida, los protagonistas del tema Iberá terminan por inclinarse en posiciones que le terminarán favoreciendo en sus intereses. Para ser más claro: los conservacionistas con su medio ambiente, los productores provinciales tras un campo más subsidiado, gobernantes y legisladores, tras un rédito político, los inversionistas buscando el rédito por el cual pusieron dinero. Por todo ello, hoy el Iberá se transformó en un verdadero “samba” –sí, como ese que hay en los parques– en el que nadie se puede mantener mucho tiempo estabilizado. Y eso el mismo Tompkins lo sabe. Pero, la pregunta del millón: ¿por qué tenemos que creer que Tompkins es bueno? Y Heinonen respondió: “Soy crédula y vi con hechos que lo es, sólo hay que creer”. Sin embargo, en el caso del norteamericano, “nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Realidad o fantasía… sólo el tiempo lo dirá.