El Tribunal Penal N°1 de Oberá falló con la absolución de Marcelo Nuñez, acusado de haber asesinado a su pareja Solange Diniz en abril de 2020. En el juicio oral se expuso las irregularidades en el proceso, la inexistencia de pruebas que fundamenten la grave imputación penal que se le adjudicó a Nuñez y la estigmatización social que enfrentó por ser Mbya. El 4 de julio se darán a conocer los alegatos jurídicos del fallo del tribunal.
Por Patricia Escobar
@argentinaforest
MISIONES (20/6/2025).- Tras 6 años, un mes y 20 días, de estar en prisión preventiva, el Tribunal Penal N.º 1 de Oberá absolvió al ex cacique mbya guaraní Marcelo Núñez (38), de la comunidad Tarumá Poty de San Vicente, quien había sido acusado de asesinar y quemar el cuerpo de su pareja, María Solange Diniz Rabela (22), ocurrida en abril de 2020, en un contexto de emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19.
La causa había sido caratulada como homicidio agravado por el vínculo y por razones de género, bajo la figura de femicidio. Sin embargo, en el juicio oral desarrollado esta semana, el Tribunal que estuvo presidido por el juez Francisco Aguirre e integrado por los magistrados Horacio Paniagua y Julio Carvallo, concluyó que no se pudo probar la responsabilidad penal del acusado, fue absuelto y se ordenó su inmediata liberación.
La causa, plagada de irregularidades, dejó en evidencia un proceso judicial que, según la defensa, estuvo atravesado por prejuicios culturales, ausencia de pruebas y una fuerte estigmatización mediática hacia el pueblo mbya guaraní.
Durante el juicio, la fiscalía y la querella no pudieron acreditar que la muerte de Solange fuera violenta. Ni siquiera el médico forense pudo determinar la causa del fallecimiento, debido al estado en que recibió los restos.
Desde el Equipo Misionero de Pastoral Aborigen (EMIPA), que acompañó el proceso, señalaron: “Estuvo preso todos estos años sin pruebas, pero la verdad se antepuso al prejuicio. La sentencia es una reparación parcial, pero también deja al descubierto la discriminación estructural del sistema judicial”.
En una entrevista con ArgentinaForestal.com, el abogado penalista Jorge Zabulanez, defensor de Marcelo Núñez, analiza el fallo, detalla las inconsistencias de la investigación y reflexiona sobre las implicancias de este caso para el sistema judicial y los derechos de los pueblos originarios.
AF: ¿Cómo tomó el fallo del Tribunal Penal de Oberá?
Si bien aún no contamos con los fundamentos jurídicos completos, estoy de acuerdo con el fallo. Se demostró que no existía ningún elemento penal para acusar a Marcelo. Sí hubo una situación lamentable que lo ubicó en esta situación, como fue la quema del cuerpo en ese contexto de no haber recibido la asistencia necesaria, pero no hubo indicios de muerte violenta ni violencia de género.
Los testimonios no aportaron pruebas para sostener un femicidio. Nadie declaró haber visto a Núñez ejercer violencia, ni siquiera bajo efectos del alcohol. Todo fue especulación. Tampoco existían pruebas de que Solange estuviera sometida o secuestrada: ella iba a ver a sus padres, hacía las compras, se movía con libertad. Todo fue construido con trascendidos mediáticos y partes policiales que no coincidían con los hechos ni con las pericias, que también fueron desastrosas.
El fallo no niega el hecho, pero sí concluye que no hay delito penal que justifique su condena. Por eso, fue absuelto y recuperó su libertad.
AF:¿Cuál es su valoración sobre la absolución dictada?
–Es un fallo absolutamente ajustado a derecho. El Tribunal entendió que no había pruebas para condenar a Marcelo Núñez. Lo que sucedió fue que, desde el primer momento, se instaló la idea de un femicidio cuando en realidad no existía ninguna evidencia contundente ni científica que sostuviera esa acusación.
Fue una imputación muy grave, con una expectativa de prisión perpetua, y con un proceso totalmente irregular y arbitrario.
AF: ¿Cuáles fueron las principales fallas que identificaron en la instrucción de la causa?
–Desde el inicio, la investigación estuvo viciada de nulidades, irregularidades y errores groseros. Por ejemplo, nunca se hizo una autopsia completa ni una determinación clara de la causa de muerte. No hay un informe forense serio que permita afirmar cómo murió Solange.
Se recolectaron pruebas sin protocolos y sin cadena de custodia. Incluso se utilizaron testimonios que poco aportaron o fueron contradictorios, y se omitieron elementos esenciales que la defensa aportó.
AF: ¿Las deficiencias que menciona se debieron al contexto de pandemia cuando sucedió el fallecimiento de la mujer o a la desidia institucional?
Fue una clara desidia de la Policía, agravada por tratarse de una comunidad indígena. El cuerpo fue retirado con una azada, las actas eran ilegibles, las fotos tomadas eran de terror. El perito incluso negó que una azada pudiera fracturar huesos, lo cual es incorrecto.
Desde el principio hubo una cadena de negligencias que después intentaron justificar con nuevas irregularidades. No había ningún elemento probatorio serio que configurara un delito penal.
AF: ¿Considera que el hecho de que Marcelo Núñez sea integrante de un pueblo originario influyó en el proceso judicial?
–Sin ninguna duda. Marcelo fue víctima de una clara estigmatización. Hubo un prejuicio cultural desde el principio: se lo juzgó y condenó socialmente antes de que comenzara el juicio.
Algunos medios titularon con palabras como “macabro crimen”, cuando nada de eso ocurrió, ni tampoco se demostró en el juicio. Se lo acusó simplemente por ser un hombre indígena.
Fue un proceso absolutamente discriminatorio. Si Marcelo hubiese sido un ciudadano blanco, probablemente esta causa ni siquiera hubiera llegado a juicio.
Se lo condenó socialmente antes de tener pruebas, bajo el prejuicio: “un indio mató a una mujer blanca”. Esa narrativa racista condicionó toda la investigación: las pericias, el trato policial, la cobertura mediática.
AF: ¿Había una intencionalidad de perjudicar al cacique, o es todo parte de la cadena de ineficiencia del proceso?
Hay de las dos cosas en este caso. Hubo ineficiencia y también por cuestión de racismo. De entrada se tomo que Nuñez era violento con las mujeres, que era alcohólico. Fue una condena previa a las pruebas levantadas.
“Era un indio contra una blanca. El era violento, seguramente la sometía, y la mato”. Sobre este prejuicio, todo el resto fue un relajamiento, tanto las pericias como la toma de las pruebas.
AF: ¿Por qué estuvo más de cinco años preso sin condena? ¿No podía acceder a la excarcelación?
Por la tipificación del delito. Se lo acusó de homicidio agravado por vínculo y por razones de género, lo cual establece pena de prisión perpetua y no permite excarcelación.
Lo grave es que tardó seis años en llegar a juicio, cuando un proceso de instrucción no debería exceder los dos años o tres máximo, incluso en causas complejas. Hubo una demora inadmisible y hasta errores administrativos, como la fecha mal asentada en el expediente.
Además, los medios de comunicación agravaron todo, publicando versiones falsas, como que Marcelo había descuartizado a su pareja. Nada de eso fue cierto.
AF: ¿Qué rol considera jugaron los medios de comunicación en este caso?
–Desempeñaron un papel nefasto. Instalaron una narrativa sensacionalista sin ningún tipo de rigor ni respeto por el principio de inocencia. En vez de informar, condenaron mediáticamente a Marcelo con titulares alarmistas y frases como “descuartizó a su pareja”.
Nada de eso ocurrió, y por lo tanto, tampoco se probó en el juicio. Y ese tipo de cobertura afecta directamente la percepción social y puede condicionar a la justicia. Por suerte, en este juicio se impuso la verdad.
AF: ¿Cómo fue la actitud de Marcelo Nuñez durante todo el proceso judicial?
Siempre colaboró. Cuando Solange se enfermó, pidió ayuda a un vecino, a la médica, a la ambulancia. Al morir, él mismo avisó a la Policía, pero le dijeron: “Ese es un tema de la tribu”.
Luego, no huyó ni ocultó nada. La comunidad , ante la situación de temor por contagio de COVID-19 y recomendación de quemar el cuerpo, realizó el rito funerario conforme a su cultura: lavaron el cuerpo, lo revisaron y lo incineraron en un lugar sagrado, ahora señalizado. Es decir, nada fue oculto. Por eso la Policía sabía donde estaba el cuerpo.
También quemaron la choza (después de realizadas las pericias), para evitar que el espíritu de Solange “quedara” en la comunidad. Y todo fue en el marco de creencias ancestrales. No hubo ocultamiento ni intención delictiva.
AF: ¿Cómo vivió Marcelo Núñez la noticia de que recuperaba su libertad?
–Fueron casi 6 años preso, fue muy duro. Estuvo en condiciones extremadamente difíciles, alejado de su comunidad, sin una condena, sin poder hablar su idioma, y todo el tiempo declarando su inocencia.
El jueves, al escuchar el veredicto, se quedó en silencio. Inmóvil. Sin poder reaccionar emocionalmente. Fue un momento muy fuerte, porque parecía que no podía creer que finalmente le había creído.
Me decían desde el Servicio Penitenciario que eso es común: después de tantos años preso, no asimilaba la buena noticia. Recién unas horas después empezó a sonreír.
AF: ¿Cuál es su reflexión tras este fallo?
–Este fallo nos obliga a reflexionar como sociedad y como sistema judicial. No se puede permitir que se priven libertades de manera tan ligera y sin pruebas. Mucho menos cuando hay sesgos culturales que afectan gravemente a pueblos originarios.
También muestra la necesidad de formar a fiscales, jueces, peritos y medios de comunicación con perspectiva intercultural y derechos humanos. La justicia debe ser igual para todos, sin prejuicios ni discriminación.
El Tribunal demostró que no había pruebas suficientes para sostener la acusación. Pero el proceso fue viciado de arbitrariedades por tratarse de un indígena.
Este juicio interpeló a todo el sistema judicial: su falta de interculturalidad, su tendencia al punitivismo selectivo y su negación de los derechos indígenas en Argentina.
