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La crisis entre Argentina y Uruguay: un caso de aguda miopía política

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Por: Oscar Raúl Cardoso

Fuente: Diario Clarín . Publicado 12 de noviembre de 2007

BUENOS AIRES (12/11/2007).- Al menos un diario uruguayo, El País, notó la diferencia. El abrazo que cambiaron en Santiago de Chile el presidente uruguayo Tabaré Vázquez y su colega recientemente electa de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, pareció -en el día en que la relación bilateral quedó «seriamente dañada», según uno de los enviados de Buenos Aires- más intenso y sincero que el que por un segundo unió también a Vázquez y al mandatario en ejercicio Néstor Kirchner. Muchas veces la intencionalidad no está en el hecho observado sino en la mirada de quien observa. Pero, al menos como ejercicio, consideremos la posibilidad de que el cronista haya acertado en su evaluación. Esto sería casi una solitaria buena noticia en un día en que todo apestó en el vínculo argentino-uruguayo. Con la escenografía de una nueva Cumbre Iberoamericana y en una sucesión de pocas horas el presidente Kirchner respaldó otra vez la demanda de los asambleístas de Entre Ríos; la más reciente de las reuniones entre las partes en conflicto con el «facilitador», España, fracasó en un hotel de Santiago y Vázquez cursó instrucciones a Montevideo para que su gobierno liberara con urgencia la autorización para que Botnia se ponga en funcionamiento. ¿Por qué habría que considerar entonces el grado de calidez relativa entre la Presidenta electa y Vázquez un buen síntoma? Porque serán ellos dos los que, desde el mes próximo cuando asuma Cristina y porque la Presidenta en ciernes sólo ha manifestado su deseo de resolver el diferendo desde la elección que la consagró hace unos días. No es mucho para empezar, es verdad, pero el problema de la «pastera» -como se lo alude imprecisamente en el lenguaje popular- está hoy sumido en un cono de crisis tan profundo, el mismo en que lo dejó la aguda miopía política que compartieron los pasados dos años Néstor Kirchner y Vázquez, y está precisando al menos de símbolos que sugieran que un curso de acuerdo es posible y no esta única vía en la que el diferendo está atrapado y no ha hecho más que escalar. De este lado del río Uruguay se ha vuelto una costumbre oír hablar del incumplimiento uruguayo de tratados bilaterales vigentes, de su desprecio por la integridad del ecosistema en el que ha sido construida la planta, del presunto carácter débil de Vázquez que terminó cautivo de la presión de la oposición y de la poderosa influencia de la finlandesa Botnia y los zigzagueos que han signado la política uruguaya para con el problema. Hay verdades parciales que respaldan estos cargos; cuando lo que está en juego es la relación bilateral argentino-uruguaya aún los 1.700 millones de dólares de inversión que sus dueños dicen que harán y los 8.000 puestos de trabajo que, aseguran, se crearán se muestran mezquinos respecto del riesgo central. Pero aquí falta una evaluación apropiada de los muchos traspiés dados en el mismo escenario por Kirchner y su actual canciller, Jorge Taiana, ministro que, parece, encuentra mucho más fácil aparecer dócil al mando político que desgranar verdades incómodas en el oído del poder. El problema de las pasteras» (inicialmente fueron dos aunque una resultó suspendida pendiente de una relocalización), tiene una larga data de desarrollo en Uruguay, que es posible rastrear hasta el gobierno del ex presidente José María Sanguinetti y su decisión de aumentar la frontera interna de bosques. En su momento, la decisión de Sanguinetti fue cuestionada internamente por quienes veían una amenaza para la futura soberanía alimentaria del Uruguay. ¿Quién esperaba que la nueva madera fuese destinada a escarbadientes? Planteado que fue el problema tuvo desde el inicio las características propias de un litigio que había que resolver políticamente de modo bilateral. El gobierno de Kirchner primero se desentendió de la cuestión y sólo regresó a ella cuando los llamados ambientalistas de Entre Ríos la volvieron una cuestión de debate nacional, con medidas de acción directa como los cierres de pases fronterizos. La lucha de estos grupos es por las buenas razones, aunque su conocimiento de la realidad regional y de los intereses nacionales de la Argentina en ese ámbito se les escapen en su verdadera dimensión. Con los cortes de rutas, los asambleístas le dieron a Vázquez la excusa que más eficientemente ha empleado para negarse a negociar -no lo hará con los pasos cerrados- y hasta para hacerlo de modo rayano en el absurdo, como cuando comparó ayer esos cortes con el bloqueo estadounidense a Cuba. Cuando Kirchner y su gobierno tomaron lo que quedaba del tema para asirlo, era tarde en al menos un sentido: el más serio problema de la agenda exterior del país había quedado rehén de los asambleístas que, cualquiera sea la simpatía que merezca su causa, no son quienes ofrecen la mejor garantía en el manejo de las relaciones internacionales. Fue empujado hacia la Corte Internacional de La Haya un ámbito que, se ha probado, no es el más susceptible a los argumentos argentinos. Kirchner, además, leyó el problema casi sólo como uno de audiencia doméstica y lo sigue haciendo. Hace pocas semanas, durante un viaje al exterior pareció ganado por la candidez y sugirió que Botnia era una realidad inmodificable. Con las elecciones nacionales en mente se desdijo luego. Estas idas y venidas han favorecido sólo a Botnia, no a la Argentina, no al Uruguay y menos a los sufridos asambleístas. El regreso de la dimensión bilateral, bi-estatal, se impone otra vez.

Fuente: Diario Clarín . Publicado 12 de noviembre de 2007

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