Opinión |
Editorial de la Revista Saber Cómo del INTI
Escribe Enrique Martínez. Presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)
Son numerosos los casos en que la producción de un bien que es útil para satisfacer ciertas necesidades humanas, implica ciertos riesgos para las personas que lo producen o para el ambiente o la comunidad cercana. En unos cuantos años de caminar por diversas industrias me ha tocado entrar a una fábrica de yeso en San Juan, donde todos los trabajadores estaban cubiertos de polvo blanco de pies a cabeza y parecían estar en medio de una tormenta en el desierto. He visitado una tintorería industrial en Villa Crespo, en Buenos Aires, donde había salas en que el vapor de agua hecho niebla impedía totalmente saber qué máquinas o cuántas personas había dentro. He estado en una curtiembre en una ciudad turística de Córdoba, en que la visita terminaba viendo cómo los efluentes – altamente tóxicos – corrían como un pequeño arroyo hacia el río, en el cual los turistas se bañaban 30 kilómetros más abajo. Total, “era poquito”. Como contraparte, visité una curtiembre enorme en Esperanza, Santa Fe, donde los efluentes eran tratados, junto con el resto de los desechos urbanos, en una muy moderna planta financiada por el Municipio. U otra curtiembre, en una ciudad italiana, donde los efluentes tratados eran de tal seguridad, que se podían devolver a la red de agua potable. En materia de contaminación del aire, he pasado delante de una gran planta quesera de una gran empresa líder, en las afueras de Chivilcoy, para recibir la insoportable agresión del hedor del suero de queso en descomposición. O he transitado por la ruta hacia Mendoza y al pasar cerca de Villa Mercedes, en San Luis, he pensado como harían los trabajadores de los grandes criaderos de cerdos para soportar los olores, si a más de 10 kilómetros resultaban inaguantables. O he vivido a menos de 15 cuadras de una fábrica de vinagre, en pleno corazón de Floresta, en Buenos Aires, capaz de poner amarillos los árboles de toda la zona, por la emanación ácida que generaba por su chimenea hoy inactiva. Podría seguir un rato, sin omitir que el estado de nuestro Riachuelo no es obra de Satanás, sino de nosotros mismos. Somos los seres humanos quienes degradamos el medio ambiente, cuando producimos detrás del lucro, cuando nos olvidamos de los otros. Pero tengamos algo claro: El compromiso entre la producción exclusivamente detrás del lucro y la producción para obtener bienes necesarios, pero en condiciones compatibles con la calidad del medio ambiente, hace rato que está definido. La segunda faceta debe controlar a la primera. Los bienes deben ser producidos, pero en cada caso hay que encontrar la forma de preservar y mejorar el medio ambiente. En este marco, bienvenida la alta sensibilidad de una gran parte de la sociedad entrerriana frente a los riesgos ambientales que se puedan derivar de la instalación de dos enormes plantas papeleras sobre el río Uruguay. Malvenida, sin embargo, la histeria anti industrial y anti productiva, que pronostica nubes tóxicas que recorrerán la Argentina, muerte, desolación y las siete plagas de Egipto que caerán sobre todos nosotros. Cada producto – también la pasta de papel blanqueada – se puede hacer de más de una manera. Sin riesgo ambiental o con alto riesgo. Para definir – con certeza total – que se recorrerá el primer sendero, nos parece que la gente de Gualeguaychú y todos nosotros acompañándolos, deberíamos intimar a las empresas a que respondan convincentemente una serie de preguntas. Digo las empresas y no el gobierno uruguayo, porque son las primeras quienes tienen la llave concreta para definir si el proyecto es aceptable o no. Una de las empresas involucradas es finlandesa y la otra española. Finlandia es uno de los países con mejor calidad de vida del planeta. Por ello, la empresa Botnia, de ese origen, debería contestar, más o menos, el siguiente cuestionario: . ¿Qué plantas de pasta blanqueada tiene Botnia instaladas en Finlandia?. . ¿Cuál es el proceso que utiliza allí? ¿Qué opina la gente del lugar? Alguien que invertirá centenares de millones de dólares, bien puede gastar 50.000 dólares llevando técnicos y representantes de la comunidad a ver las plantas y hablar con la gente. . ¿El proceso es el mismo que utilizará en Uruguay? Si no lo es, ¿por qué? . Si no tiene plantas en Finlandia, ¿en qué países desarrollados las tienen? ¿Con qué proceso? . En definitiva, ¿dónde tienen plantas con el proceso y las medidas de depuración previstas aquí? ¿Se pueden visitar y hablar con técnicos y pobladores? Luego de cubierto este mínimo menú de interrogantes, la empresa española Ence, debería explicar sus similitudes y diferencias con Botnia. Después se podría converger a una solución que dé garantías a la comunidad, que permita a las empresas ser rentables, al Uruguay recibir fuertes inversiones y a la Argentina mantener el status turístico de la región cercana. Por el contrario, sin esa información, con informes tan livianos y cómplices como el de la Corporación Financiera Internacional, con notables vacíos como los que figuran en la información gubernamental o empresaria actual, es poco lo que se puede hacer para impedir que la histeria domine el escenario; que los ciudadanos comunes terminen adoptando posiciones anti productivas y que se profundicen las sospechas sobre la tendencia a la organización de un planeta con partes limpias a expensas de transformar en basureros a las demás. Es necesario blanquear, y no sólo la pasta de papel. Para esto hay que ir a los hechos, que no necesitan ser convertidos en brujas o fantasmas.