La crisis climática no es una amenaza futura: es una realidad que está cobrando vidas en el presente. Mientras Bahía Blanca lucha por salir del agua, la pregunta es inevitable: ¿cuántas tragedias más serán necesarias para que en el país la crisis climática se tome en serio y se trabaje en politicas de Estado (nacionales, provinciales y municipales) integradas para fortalecer la gestión de riesgos?
Por Patricia Escobar
@argentinaforest
BUENOS AIRES (8/3/2025).- Las calles de Bahía Blanca se han convertido en ríos desbordados. Casas anegadas, familias evacuadas, vehículos arrastrados por la corriente y un saldo trágico de más de 13 muertos confirmados hasta el momento, y marcan un día fatídico para la historia de la ciudad bonaerense.
El temporal que azota desde el viernes esta región dejó más de 300 milímetros de lluvia en pocas horas, el mayor registro en la historia local, y ha colapsado el sistema de drenaje urbano.
El Servicio Meteorológico Nacional emitió una alerta roja para toda la jornada, mientras las autoridades intensifican los operativos de rescate en zonas críticas. Sin embargo, el panorama sigue siendo incierto: la posibilidad de que el número de víctimas aumente no está descartada.
En una muestra de colaboración inesperada, el Presidente Javier Milei y el Gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof trabajaron codo a codo ante la emergencia que golpeó a Bahía Blanca.
Nación y Provincia de Buenos Aires coordinaron esfuerzos para mitigar el impacto del desastre natural, priorizando la asistencia a los damnificados y la restauración de la ciudad.
Se desplegaron equipos de la Policía Federal, Prefectura Naval, Gendarmería y las Fuerzas Armadas para llevar a cabo operativos de evacuación y asistencia en las zonas más afectadas. La colaboración entre las autoridades nacionales y provinciales se intensificó para evitar errores del pasado, como los ocurridos en la inundación de La Plata en 2013.
El impacto de la tormenta: una ciudad paralizada
Las consecuencias de este evento extremo son devastadoras. Barrios enteros han quedado bajo el agua, miles de personas fueron evacuadas de emergencia y las rutas de acceso a la ciudad están intransitables.
Se han reportado más de un centenar de accidentes domésticos, mientras que la emergencia también alcanza a los animales, muchos de ellos atrapados o arrastrados por la corriente.
Las autoridades han solicitado a la población no salir de sus hogares por seguridad, pero en muchos casos, las viviendas se han convertido en trampas de agua y lodo. La fuerza del temporal ha desbordado arroyos y desmoronado estructuras.
Latinoamérica y la gestión del riesgo: un llamado de atención
Lo que sucede en Bahía Blanca no es un caso aislado. América Latina es la segunda región del mundo más propensa a desastres naturales, pero la inversión en prevención y gestión de riesgos sigue siendo insuficiente. La crisis climática no es una amenaza futura: es una realidad que está cobrando vidas en el presente.
Fenómenos como este –desde inundaciones, olas de calor, incendios y sequías prolongadas– son cada vez más frecuentes, intensos y destructivos. La comunidad científica viene advirtiendo que la falta de medidas de adaptación y mitigación agrava las consecuencias de estos eventos.
Ante este escenario, expertos insisten en la necesidad de fortalecer la protección de ecosistemas clave para la regulación climática, como bosques, humedales, glaciares y océanos.
La deforestación, el avance urbano desordenado y la falta de infraestructura resiliente aumentan la vulnerabilidad de las ciudades ante fenómenos extremos.
Mientras Bahía Blanca lucha por salir del agua, la pregunta es inevitable: ¿cuántas tragedias más serán necesarias para que en el país la crisis climática se tome en serio y se trabaje en politicas de Estado para fortalecer la gestión de riesgos?