Una referente del programa Paisaje Productivo Protegido en el Gran Chaco paraguayo contó cómo fueron los inicios de esta experiencia que promueve la Fundación Proyungas, con el apoyo de la UE. En tanto, en Bolivia la iniciativa está a cargo de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, y se enfoca en las actividades ganadera y agrícola bajo parámetros similares al del programa Paisaje Productivo Protegido (PPP) de la Argentina.
Fuente: La Gazeta
JUJUY (9/12/2023).- En Bolivia existe un proyecto que busca avanzar en la incorporación del empresariado a un concepto de desarrollo sustentable y de conservación, orientado a las tendencias mundiales. La iniciativa está a cargo de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, y se enfoca en las actividades ganadera y agrícola bajo parámetros similares al del programa Paisaje Productivo Protegido (PPP) de la Argentina.
“Se puso más énfasis en la ganadería, tanto en la Chiquitania, que son las tierras bajas del este boliviano, como en el chaco tarijeño. Hay varias asociaciones de ganaderos comunales en zonas que están en buen estado de conservación y tienen potencial productivo”, explicó Romy Cromendbold, de la fundación.
La iniciativa contempla, en promedio, productores medianos con unas 500 cabezas y de 3.000 a 5.000 hectáreas. En esos campos se prevén distintos usos; es decir, la pastura no se extendería por todo el predio, según el caso.
“Se observa un diferente nivel de desarrollo y es heterogénea la producción. Sin embargo, los productores están queriendo invertir y tecnificarse más. Al mismo tiempo, quieren hacer las cosas con más sostenibilidad en el largo plazo, incluyendo lo ambiental y lo social efectivamente”, explicó.
El desafío de implementar el PPP, que impulsa la Fundación Proyungas, se centra en avanzar al mismo ritmo de los otros sistemas convencionales de producción. “La idea es desarrollar de manera rápida el proyecto para dar respuestas a los mercados internacionales, como el Pacto Verde europeo”, dijo Cromendbold.
Como meta, hizo hincapié en adaptar el marco legal boliviano a estos conceptos de producción y áreas protegidas. “El contexto legal boliviano incentiva, mediante una serie de normas, decretos o medidas, a que el productor desforeste para demostrar que produce”, apuntó.
“La cifra en Bolivia de deforestación es de 300.000 hectáreas al año, y mayormente ocurre en el bosque chiquitano. Este bosque es un ecosistema muy frágil. Por ejemplo, no hay grandes ríos, el agua subterránea es escasa o de mala calidad. Es decir, la preservación depende de las aguas superficiales”, subrayó. Por este recurso compiten vacas, soja y la población.
En la región se ha declarado el estado de emergencia por sequía de manera continua, por lo que las aguas superficiales se han transformado en un “recurso crítico”.
“Convergen la escasez de agua, el impacto del cambio climático y los incendios. Además, hay que sumar el tema de la comercialización de tierras. Es un contexto desafiante, no solo para el PPP, sino para la conservación en general en Bolivia”, se lamentó la referente. “Estamos hablando de que se afecta servicios ecosistémicos, como la capacidad de regulación microclimática, polinizadores, formación de suelos, preservación de humedad. Por eso, debemos avanzar rápido”, finalizó.
La ecorregión del Bosque Seco Chiquitano se extiende por Bolivia, por Paraguay y por Brasil. En particular, la zona Chiquitania de Bolivia es una amplia en la zona oriental del departamento de Santa Cruz.
Allí se observan actividades productivas, como la forestal, la ganadera y el turismo etnohistóricoecológico. Además, allí coexisten pueblos indígenas que ocupan esta región, y las poblaciones criollas y menonitas, entre otras.
En Paraguay el mayor desafío del PPP fue “convencer al propietario de que era parte de la solución”
Laura Villalba, de la Coordinación del programa Paisaje Productivo Protegido (PPP) de Paraguay, sostuvo que esta práctica se convirtió en una herramienta real, que permitía trabajar con otros sectores; en este caso, con el sector productivo. En esos momentos, había un gran porcentaje de propiedades ganaderas y una determinada proporción de áreas protegidas, donde convivía toda esa biodiversidad.
“Empezamos en el chaco paraguayo, en áreas altamente productivas, donde hay mayor presencia de productores de ganado. Trabajamos con ellos para mostrar que, a nivel de paisajes, los productores son parte de la solución”, contó.
“El desafío más grande fue convencer a los propietarios de los campos que eran parte de la solución. En esos tiempos, si ellos decidían producir, lo podían hacer hasta donde la ley les permitía: el 75% de la propiedad. ¿Qué pasaba con el 25% restante? ¿Qué se podía hacer para que estén conectados, para que esa biodiversidad tenga cabida?”, planteó.
Villaba explicó que el concepto del PPP les permitió crear una estrategia a nivel predial. “Eso nos llevó a ordenar esas áreas de reserva remanente, valorar la biodiversidad, llevar adelante acciones de adecuación para que la producción sea más amigable con la naturaleza. Ahora queremos consolidar los proyectos existentes y replicarlas”, destacó.
Hizo hincapié en que el mercado internacional de la carne empezó a exigir nuevos criterios, a plantear productos “más verdes”. “Los productores empezaron a sentir la presión, lo que llevó a que buscaran alternativas. Por eso, el programa PPP toma hoy mayor dimensión”, concluyó.